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Jornada por Leon Trotsky

MEDIOMETRAJE “MI NOMBRE ES TROTSKY”

“Los que sean conformistas pueden apartarse”

Hace poco más de un año nos propusimos hacer una ficción. El grupo Contraimagen tiene ganado un lugar en el documental político, y TVPTS como TV desde la izquierda, pero ahora íbamos a pisar terreno desconocido, y nada menos que con la figura de León Trotsky a cuestas.

Hernán Aragón

25 de agosto 2011

Hace poco más de un año nos propusimos hacer una ficción. El grupo Contraimagen tiene ganado un lugar en el documental político, y TVPTS como TV desde la izquierda, pero ahora íbamos a pisar terreno desconocido, y nada menos que con la figura de León Trotsky a cuestas.

Es normal que en un rodaje haya incertidumbre, pero ésta se agudizó cuando caímos en la cuenta de la responsabilidad y el riesgo que implicaba ficcionar a Trotsky. Aún así prevaleció el deseo de contar una historia que valiera la pena.

El libro “El caso León Trotsky” fue el disparador. No solo por su profundidad, sino por el contexto en que se dio la Comisión Dewey: al hombre que había dirigido, junto a Lenin, la revolución más grande de la historia ahora se le ofrecía el “planeta sin visado”. La imagen de Trotsky sentando frente a desconocidos para desmentir todas las acusaciones fabricadas por Stalin, hablando en un idioma que manejaba con dificultad y aclarando cuál era su nombre, “solo para que conste en actas”, encerraba de por sí un gran dramatismo.

Intentamos esbozar las contradicciones que pudieron presentársele en ese momento. Para eso tomamos la hipótesis de Padura, en “El hombre que amaba a los perros”: un hombre aislado y decaído físicamente que, aún en condiciones dificilísimas, no se entrega y sigue combatiendo. Por eso, todo lo que el personaje hace es producto de una gran convicción ideológica paro también de una lucha carnal: “olvidando sus debilidades físicas, Trotsky se puso de pie”. La caracterización que hicieron las maquilladoras y la actuación de Omar Musa terminaron de construir un personaje verosímil que logró emanciparse de nosotros mismos.

Otro disparador fundamental se da a partir de las fotografías cortadas y tachadas frenéticamente que el fotógrafo David King compiló en el libro “El comisario desaparece (la falsificación fotográfica y artística en la Rusia Estalinista)”. Gracias a esas imágenes macabras surgió el personaje de “el burócrata”, interpretado por Nicolás Vanni. Imagen de gran poder alusivo que, junto con la de Trotsky, nos ayudó a configurar el universo de esta historia. Fuimos sorteando obstáculos y en ese zigzagueo fue apareciendo, un poco por azar otro por decisión, una estética de violencia contenida.
Pero lo más importante fue que no quisimos hacer un cortometraje histórico, sino uno cuya perspectiva estuviese puesta en el futuro. La alteración entre pasado y presente, la idea de la confluencia de los tiempos, la hipótesis de un “encuentro” entre el personaje de Julieta y el de Trotsky, además de recurso narrativo opera como metáfora política que el espectador tiene que descifrar.

Julieta, de modo simbólico, viene a representar a una generación aún muy poco revolucionaria, en la que abundan valores individualistas y conservadores. Pero a la que también se le ofrece un mundo en crisis, un tiempo que no le pertenece. Esa contradicción explosiva, en un marco de agudización de la lucha de clases, traerá el cuestionamiento de los valores imperantes. Y los sectores más lúcidos de las nuevas generaciones tenderán a buscar las respuestas para modificar el presente en las mejores tradiciones del pasado.

En épocas como la actual, gran parte de las personas, incluso muchas que se consideran revolucionarias, suelen ahogarse en un vaso de agua o buscan el camino más cómodo, el de adaptación al sistema. La entereza moral de Trotsky que, incluso cuando todas las puertas se le van cerrando, hace que no pierda de vista ni por un instante la perspectiva estratégica que guía su vida - el triunfo mundial de la revolución proletaria -, no puede dejar se de ser una fuente de inspiración para todos aquellos que pretendan tener un espíritu crítico.

La respuesta final que Trotsky da a la pregunta de Julieta golpea precisamente contra dos sentimientos de época: el escepticismo y el conformismo: “los que sean conformistas pueden apartarse”; “será sobre nuestros huesos, pero abriremos el camino”.

En esas dos frases finales está el espíritu que nosotros reivindicamos e intentamos imprimirle al mediometraje.

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