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SIGUE LA PULSEADA EN GENERAL MOTORS

“No pueden decirnos que hagamos el esfuerzo entre todos”

Al cierre de esta edición, continuaban las negociaciones entre el SMATA y la empresa, seguida atentamente por cientos de trabajadores. Como reflejan los artículos de estas páginas, ante el intento de la automotriz norteamericana de hacerles pagar su crisis, los metalmecánicos siguen firmes y le contestan. La crónica que sigue está basada en un hecho sucedido dentro de la planta de General Motors Alvear. Filmado anónimamente, el video está siendo difundido por distintos medios periodísticos alternativos.

Hernán Aragón

27 de noviembre 2008

El hombre de camisa arremangada está parado al frente y habla gesticulando con las manos. Parece un profesor. Pero ante él no hay alumnos, aunque el lugar sobrio y luminoso figure ser un aula.
Se trata de uno de los gerentes (G) de la General Motor de Santa Fe que, con tono didáctico e inalterable, comienza a “exponer”:

(G): – “Producto de la caída de las ventas en Chile y Brasil, la empresa está en una posición en la que puede prescindir de un cantidad de gente… (ilustra con una catarata de números) … A partir de la situación que todos conocerán, se nos pidió que bajáramos la producción. Esto hizo que varios puestos de trabajo quedaran sin necesidad.
Ha transcurrido sólo un minuto y medio de su exposición cuando un obrero interrumpe.

– Puedo hacer una pregunta. Porqué a nosotros que hicimos tanto sacrificio, la empresa nos responde de esta manera.

Otro: – Porqué no buscaron otra alternativa, como suspender en lugar de echarnos.

Las preguntas suenan retóricas, porque a esta altura los trabajadores están comprendiendo algo: la empresa te estruja hasta sacarte el jugo y cuando ya no le sos útil te expulsa sin piedad.
Entre el alboroto desatado, se escucha al Gerente pedir respeto.
– Acá están violando la ley y el convenio, ¡Y ustedes nos piden que seamos respetuosos!.

(G): – La empresa tiene la facultad de tomar ciertas decisiones, aunque lamentablemente éstas no sean compartidas por todos…
Vuelve a ser interrumpido: – Nosotros estamos siendo cautelosos, tenemos unos nervios de acero…

– Estamos dispuestos a estar parados un mes al 80% del salario. Dice otro, aunque en el fondo percibe que la decisión patronal es implacable. Sin embargo, su esperanza ilusoria va acompañada con la claridad de la denuncia:

– La empresa tiene dinero, porque nos está ofreciendo más del que nos corresponde. Si después de 4 años de haber tenido ganancias record, ahora que tiene una crisis, no pueden decirnos que hagamos el esfuerzo entre todos, ¿de que respeto hablan?. Yo deje la carne aquí adentro…
El trabajador no se equivoca. Según datos, General Motors aumentó en 2008 su producción en 15.000 vehículos con respecto al año anterior y sus ventas ascendieron a más de 1.100 millones de pesos. Esta situación de privilegio se dio en todas las automotrices: en 2006 las ventas de ellas sumaron 9.120.000 millones dólares, mientras el dinero destinado en masa salarial fue solo de 396.000 dólares.
Ante lo inocultable, el Gerente solo atina a decir: – La empresa no esta violando ninguna ley…

– Nooooooo, grita el auditorio

Luego se escucha a un trabajador quejarse de porqué se despide efectivos mientras los contratados siguen en la línea. Su argumento es equivocado porque ni él ni el contratado tendrían que estar allí. La patronal utiliza esa división para crear desigualdades entre los obreros.
Y en momentos críticos como el actual, para alimentar resentimientos. La crisis debería enseñar (tal vez ya lo está haciendo) que para el capitalista, tanto uno como el otro, son mera fuerza de trabajo a la cual explotar. Entonces se trata de un problema práctico: si el efectivo no se une con el contratado, la fuerza obrera se debilita y con ella, la posibilidad de enfrentar los despidos.

La queja anterior acaba de abrir una brecha que le permite al Gerente recuperar el habla.

(G): – De eso les vengo hablar. Los contratos se están cayendo y por eso tenemos que ver a cuantos de ustedes podemos volver a necesitar.
– Decilo de una vez, se impacienta otro obrero

(G): – Primero tengo que introducir en la situación…
– Ya estamos re introducidos, estamos hasta la…. le grita el mismo de antes.
– ¡Corta, abreviá!, ¡¿Qué número?!, dispara otro.

 (G): - El número es 13 personas…

Carcajadas de indignación y odio. Los obreros se miran: ¡Esto es una joda!.

La sala se va achicando y los cuerpos parecen salirse de sus sillas. Al ver las imágenes uno presiente que en cualquier momento saltarán encima del Gerente. El aire se corta solo ¿Cuándo se producirá el quiebre?.
La tensión llegó al extremo. Es ahí cuando otro gerente más viejo intenta suavizar: - Discúlpenme, pero es muy duro para nosotros venir a decir esto…

En ese instante un trabajador se para y se dirige hacia sus compañeros:
– Cuando el área de relaciones laborales le pide números a la gerencia, a ellos no les tiembla el pulso. Toda la lista de la gente que está acá la armaron ellos, así que ahora no nos vengan con ese cuento.

Los aplausos retumban. Hasta el último de los presentes ahora sabe que adelante suyo tiene a un verdugo, a una rata a sueldo que en vez de la rabia transmite el dictamen de “La Compañía” y selecciona a quien descartar. Está todo claro: esa sala que al principio parecía ser un aula, es en realidad un depósito humano. Atrás de sus paredes está la planta, la línea de producción a la cual los obreros despedidos no pueden llegar. No se la ve ni se la oye, pero puede sentirse el ruido de las maquinas bien custodiadas para que allí no se filtre ni una gota del fermento que aquí se está gestando.

El Gerente es como un robot programado para repetir el derecho que tiene la empresa a despedir. Apretado por las circunstancias, en mitad de la discusión, parece haber improvisado

(G): – Si mañana la planta decide no fabricar más en la Argentina, los despedidos van a ser 2.500 personas.

Un obrero: – eso es lo que va a pasar, porque si nos despiden acá no entra más nadie.

(G): – Bueno, entones habrá consecuencias…, completa el Gerente.
Tendrán que mandarnos la infantería de vuelta, retruca el obrero…

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