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NACIONAL

LA GUERRA DE LA CGT

Peronismo, burocracia y clase obrera

El enfrentamiento entre las dos alas de la CGT es una guerra sin retorno. De un lado Hugo Moyano, del otro, el bloque que busca destronarlo integrado por los “Independientes” (UPCN, UOCRA), los “Gordos” (Comercio, Sanidad, Luz y Fuerza, Alimentación), el barrionuevismo, la UOM, el SMATA y los ex moyanistas, encabezados por Omar Viviani (peones de taxi) y la UTA.

Ruth Werner

31 de mayo 2012

Peronismo, burocracia y clase obrera

El enfrentamiento entre las dos alas de la CGT es una guerra sin retorno. De un lado Hugo Moyano, del otro, el bloque que busca destronarlo integrado por los “Independientes” (UPCN, UOCRA), los “Gordos” (Comercio, Sanidad, Luz y Fuerza, Alimentación), el barrionuevismo, la UOM, el SMATA y los ex moyanistas, encabezados por Omar Viviani (peones de taxi) y la UTA.

El dirigente de Dragado y Balizamiento, Schmid, un aliado del camionero, acaba de asumir como Secretario General de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte en reemplazo de Viviani. Lo acompañan Sergio Sasia de la Unión Ferroviaria y Jorge Pérez Tamayo de APLA (Pilotos). A pesar de mantener influencia en los gremios del transporte, Moyano pierde peso tras la ofensiva gubernamental en su contra. Además de los Taxistas y la UTA, Marítimos, La Fraternidad y Aeronavegantes también se le pasaron al bando opositor.

La interna es tan abierta que hasta la viceministra de Trabajo, Noemí Rial, confesó tener una “excelente relación” con Caló, quien acaba de ser proclamado candidato a Secretario General de la Central por el ala opositora. Moyano convocó el Congreso Confederal para el 12 de julio, y sus contrincantes ya están preparando la impugnación. La ruptura estaría formalizada.

Pero como dijimos, esta “interna” no es la nuestra. Con Gerardo Martínez, un buchón de la Dictadura y entregador de militantes obreros, de un lado; y con Moyano, aliado a los pedracistas de la UF que asesinaron a Mariano Ferreyra, del otro, nada que tenga que ver con los intereses de los trabajadores puede esperarse.

El gobierno es el primer beneficiado de esta ruptura. Aunque el kirchnerismo busca remplazar a Moyano por un sindicalista adicto, su política apunta a debilitar a ambas alas. Quitándole poder a los “cuerpos orgánicos” busca impedir cualquier amenaza que pueda venir del movimiento obrero. Este debilitamiento tiene el costo estratégico de socavar la función inherente de la burocracia sindical, su rol de mediación para contener la lucha obrera. Es una jugada peligrosa, más aún en el marco de la crisis mundial impactando en la Argentina y que el gobierno, a través de la “sintonía fina” direcciona hacia el salario de los trabajadores. Pero el peligro es más grande aún porque el desafío por izquierda a la burocracia ha comenzado en gremios importantes, como lo demuestran las oposiciones clasistas de gráficos y alimentación en las últimas elecciones. No está descartado que, si la lucha de clases avanza, la burocracia pueda perder el control en varios gremios.

Estado, peronismo y burocracia

La crisis de la CGT puede tomar dimensiones históricas para el sindicalismo peronista. Desde que Perón “formateó” al sindicalismo, fue una condición “natural” -y fuente de tensiones a la vez- la relación -subordinada- de los sindicatos y la CGT con el peronismo, así como la vinculación de las organizaciones obreras con el Estado.

En el primer gobierno de Perón se incentivó la sindicalización a la vez que la cooptación de la organización de los trabajadores. El Estado otorgaba prebendas y privilegios a los dirigentes, y a cambio éstos avalaban las políticas del peronismo. En esa transacción no era tolerado ningún desafío a la autoridad gubernamental y menos aún algún atisbo de independencia obrera. Por eso Perón persiguió y terminó encarcelando a Cipriano Reyes, fundador del Partido Laborista que colaboró para encumbrarlo en el poder. La mera existencia laborista implicaba una relativa autonomía de Perón, y por eso fue rápidamente liquidada. Se necesitaban burócratas adictos y serviles al frente de la CGT.

Ya con Perón en el exilio, en 1968 se dará otro de los grandes enfrentamientos, el de Perón con Vandor, que estaba cantado cuando este último aceptó la “integración” que le ofrecía la dictadura de Onganía. Al ser el jefe de la CGT el interlocutor “válido” que los militares reconocían, Vandor utilizó ese “poder” para alimentar sus pretensiones de autonomía y elucubrar la idea del “peronismo obrero”, es decir, el “peronismo sin Perón”. La ruptura entre “traidores” y “leales” no se hizo esperar y planeada desde Madrid surgirá la CGT de los Argentinos.

Su fundación fue también preventiva para capitalizar a sectores de izquierda, que pudieran ir más allá del peronismo. Aunque la CGT de los Argentinos nucleó a sectores luchadores, nunca dejó de ser una central burocrática. El desafío más importante al régimen libertador vendrá un año después de la mano de las combativas fábricas metalmecánicas que en Córdoba presionarán para que el paro del 29 de mayo de 1969 convocado por la CGT sea de 36 horas. La combatividad obrera y la unidad con el movimiento estudiantil transformó la jornada en una huelga política y una semiinsurrección que hirió de muerte a la dictadura de Onganía: el Cordobazo.

Independencia de clase y expulsión de la burocracia de los sindicatos

Pasada la dictadura militar, el alfonsinismo y la década neoliberal, la CGT no tiene el poder que supo tener en el pasado. No sólo porque el movimiento obrero, producto de las derrotas, está fragmentado y la sindicalización bajó notablemente. También cambió su relación con el peronismo y de jugar el papel de “columna vertebral”, la CGT debió ceder espacio ante los intendentes cuya fuerza se basa en el territorio y en el clientelismo.

Sin embargo desde 2003, el rol de la CGT cobró una importancia particular. Producto de la debilidad del régimen luego de la crisis de 2001, el kirchnerismo construyó su esquema de gobierno integrando a la CGT y al moyanismo. La devaluación que abrió el camino al “modelo K” tras el default, y la recomposición del movimiento obrero, llevó a Néstor Kirchner a impulsar las paritarias con la burocracia al frente de las negociaciones. En 2008-2009, en el peor momento para el kirchnerismo -lo que llamaron la embestida “destituyente” de las patronales agrarias-, la crisis económica de 2009 y la derrota electoral, el moyanismo fue su sostén más sólido, el pilar central de la alianza de poder kirchnerista.

En octubre de 2010 en el acto en River, Moyano salió a medir fuerzas con Cristina Fernández y dijo “¿Por qué vamos a renunciar a la política?”, pidió “un representante gremial en cada poder del Estado”, y afirmó su sueño de “tener un trabajador en la casa de Gobierno”. El moyanismo (como sector de la burocracia que los K con grandes prebendas y cooptación estatal fortalecieron) se envalentonó. El desafío de autonomía del kirchnerismo, y en ese sentido, neovandorista, estaba lanzado.
Tras la muerte de Néstor Kirchner ganó peso la camarilla puramente kirchnerista que presionaba por más cargos electorales. El asesinato de Mariano Ferreyra a manos de una patota de la Unión Ferroviaria deslegitimó todavía más a la burocracia ante los trabajadores y CFK aprovechó para iniciar la guerra contra Moyano.

La fractura de la CGT se da en el marco del agotamiento de las condiciones que permitieron ciertas concesiones durante el ciclo kirchnerista. Los techos salariales que los dos bandos negocian en estas paritarias lo demuestra, como evidencian también que sus intereses son opuestos a los de los trabajadores. La división está planteada entre quienes son más obsecuentes del gobierno y los moyanistas en la oposición que buscan negociar con Scioli o algún sector del peronismo.
La pose “combativa” de Moyano, lo ubica como malla de contención para probables momentos de la crisis. Pero para este papel tiene menor poder que otrora (ni siquiera puede parar todo el transporte). Como en otras épocas, el desafío a los planes antiobreros que prepara el kirchnerismo vendrá de las comisiones internas combativas, del sindicalismo de base, del clasismo, de la izquierda revolucionaria, y de quienes se propongan continuar la tarea que no pudo concluir el ascenso revolucionario de los ‘70: expulsar a la burocracia de los sindicatos y lograr la independencia política de la clase obrera.

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