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Quinientas toneladas de concreto de moralidad

No hace mucho tiempo, mientras estábamos en la puerta de una fábrica de Zona Norte, el viejo Martín, ante mi pregunta sobre cómo se encontraba luego de la muerte de su compañera, me dijo, casi con lágrimas en los ojos, que no estaba bien, por supuesto, pero que habiendo tantos miles y miles de hambrientos en el mundo esperando una respuesta, él no podía quedarse en la casa llorando.

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2 de septiembre 2010

No hace mucho tiempo, mientras estábamos en la puerta de una fábrica de Zona Norte, el viejo Martín, ante mi pregunta sobre cómo se encontraba luego de la muerte de su compañera, me dijo, casi con lágrimas en los ojos, que no estaba bien, por supuesto, pero que habiendo tantos miles y miles de hambrientos en el mundo esperando una respuesta, él no podía quedarse en la casa llorando. Ahí se me ocurrió la definición de Martín Ruta 8: quinientas toneladas de concreto de moralidad. Y minutos después ya estábamos agitando en la puerta, hablando con los obreros que entraban y salían “en tropel”, entregándoles volantes, vendiéndoles periódicos revolucionarios, a las diez de la noche, en pleno invierno: increíble. Y así también, estuve el otro día al lado de Martín cortando la Panamericana junto a los obreros de Kraft, los docentes, los estudiantes, a las seis y media de la mañana: increíble. No me puedo caer si tengo quinientas toneladas de concreto alrededor, agitando, golpeando puertas en los “barrios fabriqueros”, cortando rutas y calles, participando en actos y marchas, debatiendo en equipo semana a semana, tomando una cerveza en un bar a las diez de la noche, quedándose en un festival de bandas underground en Pacheco hasta las cuatro de la mañana: no, no me puedo caer. Eso es la novela de Martín Arista: no quinientas, no: ¡siete millones de toneladas de concreto! -como las del edificio Burj Khalifa de Dubai, en los Emiratos ˜árabes, el más alto del mundo. No, no podemos caernos...

Ambientada en el país del 19 y 20 de diciembre del 2001, Tiempo de sueños y esperanza comienza con el regreso de Carlos y el jujeño Zambrano a la barriada, tras las jornadas trágicas en las que “a esa rata radical la sacamos cagando de la Casa Rosada”. Los dos compañeros de fábrica son recibidos en la casa de Carlos por su compañera Viviana, profesora de historia, intelectual, revolucionaria. Pasan, toman algo y allí el jujeño se entera de que la mujer de Carlos tiene algunos problemas psiquiátricos. Ésta es la primer cosa que pasa en la novela: la lucha, que termina en la intimidad de un hogar; la lucha, que genera otro tipo de relación entre dos compañeros de fábrica; la lucha, que revoluciona desde sus cimientos todas las relaciones sociales. La historia continúa: el jujeño sugiere a Carlos que su compañera dé clases para sus compañeros de fábrica y en pocas semanas ya son varios los obreros que “toman clase” con Viviana. El primer punto de inflexión en la novela llega cuando la patronal despide a Juanita Vargas por estar embarazada. La voz del “Grupo proletario” (así se llamarán a partir de ese momento, a partir de la lucha), no se hizo esperar: “No importa quién sea, ¡vamos a defenderla!”. Y ahí comienza la lucha por la reincorporación de Juanita y comienza el retrato psicológico de la patronal, del jefe de RR.HH., de la burocracia. No diremos cómo termina el conflicto. Páginas más adelante la novela toma otro ritmo; por allí el novelista utiliza un recurso literario que nos devuelve al panorama político del 2001-2002. Un paréntesis tragicómico, donde se puede ver a un Cavallo desesperado consultando a un astrólogo. Luego la historia continúa con situaciones de acción impactantes, catárticas, hasta llegar al desenlace final, que no revelaré.

Un prólogo dedicado a las compañeras de Pan y Rosas, un pequeño manual para revolucionarios, una guía abreviada de marxismo revolucionario, acción, poesía, rebeldía, humor, concreto: todo esto es la nueva novela de Martín R8.

G.M., SAN MARTÍN

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