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Reforma Política y democracia capitalista

En la discusión abierta alrededor de la Reforma Política proscritiva que impulsan los Kirchner, uno de sus apologistas, Edgardo Mocca, nos dice que “El fortalecimiento y la relegitimación de los partidos parece el principal de los objetivos del proyecto presentado por el Gobierno. Por eso su análisis debería partir del pronunciamiento sobre esta cuestión central: ¿es necesario para el funcionamiento y afirmación de la democracia que existan partidos fuertes?” (Revista Debate, 30/10/2009).

Matías Maiello

12 de noviembre 2009

En la discusión abierta alrededor de la Reforma Política proscritiva que impulsan los Kirchner, uno de sus apologistas, Edgardo Mocca, nos dice que “El fortalecimiento y la relegitimación de los partidos parece el principal de los objetivos del proyecto presentado por el Gobierno. Por eso su análisis debería partir del pronunciamiento sobre esta cuestión central: ¿es necesario para el funcionamiento y afirmación de la democracia que existan partidos fuertes?” (Revista Debate, 30/10/2009).

Sin embargo, este punto de partida para un debate “entre caballeros” con la oposición patronal no es el verdadero punto de partida de la discusión sino, justamente, cuál es el contenido social, de clase, de la democracia que se pretende afirmar.

La democracia capitalista

Como toda clase dominante, los capitalistas extranjeros y locales que controlan los principales resortes de la economía nacional necesitan el aparato del Estado para mantener su dominación. El elemento fundamental para esto son las fuerzas represivas. Sin embargo, ninguna clase dominante puede apoyarse solamente en los mecanismos de coerción, por eso la burguesía se vale de distintos mecanismos para legitimarse frente a las grandes mayorías populares.

Aquello que en el debate sobre la “reforma política” se suele llamar democracia a secas, y los marxistas denominamos democracia capitalista, se refiere a uno de estos mecanismos consistente en que los trabajadores puedan votar una vez cada dos o cuatro años a los verdugos que se promueven a través de los monopolios mediáticos, el dinero de la patronal, y los recursos del aparato estatal. A lo que sólo se agrega una foto bien tomada y una serie de slogans vacíos del estilo “un país en serio” o simplemente tres letras (“Pro”) y una flechita. Después a agarrarse los bolsillos.

Pero estos son sólo los signos de la decadencia de la política burguesa, que a gente como Mocca le gusta criticar. El mecanismo ideológico más profundo consiste en presentar el voto universal como la expresión de un conjunto de ciudadanos “iguales”, así el voto del trabajador valdría lo mismo que el del burgués individual. La realidad es que el burgués vota todos los días a través de la llegada directa al gobierno, lo que se dio en llamar “lobby”, que implica necesariamente la corrupción, no como excepción como la quiere presentar la gente como Carrió o el mismo Pino Solanas sino como mecanismo cotidiano de la burguesía para retribuir a sus aplicados representantes. A esto se suma el monopolio de los medios de comunicación erigidos en representantes de “la opinión pública”. Mientras tanto, como dejó en claro estos días el ministro Tomada, los trabajadores entre elección y elección no sólo no tienen derecho a destituir a quienes eligieron, sino que según el Estado patronal ni siquiera están facultados para elegir a sus propios representantes en sus lugares de trabajo.

En este marco, los esporádicos momentos electorales en la democracia capitalista cumplen la función más permanente de limitar su intervención a este solo acto, o como dice la constitución “el pueblo no delibera ni gobiernan sino a través de sus representantes”. Los trabajadores son convocados en cuanto individuos atomizados, o como se dice “ciudadanos iguales”. Pero esta “igualdad” formal no hace más que enmascarar la real desigualdad existente entre los trabajadores y los capitalistas en una sociedad fundada en la apropiación del trabajo no pago de la mayoría de la población por una minoría de explotadores.

Esto no quita que hoy la democracia burguesa continúe generando ilusiones, entre las grandes mayorías trabajadoras. Por eso los marxistas revolucionarios participamos en esas instituciones para denunciar la política de los capitalistas y para impulsar la movilización extraparlamentaria de las grandes masas. En ese marco, también peleamos con todos los que quieran dar pasos en contra de los aspectos más antidemocráticos del régimen vigente. Por eso levantamos bien alto un programa inmediato que comience por plantear la eliminación de instituciones antidemocráticas como la Corte Suprema de Justicia, instaurar los juicios por jurados y la elección de los jueces por sufragio universal, suprimir la figura presidencial de reminiscencias monárquicas y la Cámara de Senadores que sólo representa a las oligarquías provinciales, e instaurar una cámara única donde todos los diputados sean revocables y tengan salarios iguales al salario medio que cobran los trabajadores.

Nuestra oposición a la Reforma Política

La antidemocrática y proscriptiva reforma electoral que quiere imponer el gobierno pretende restringir aún más la restringida democracia que el régimen capitalista otorga a los explotados. Por eso es fundamental la movilización para derrotarla.

Sin embargo, el problema de fondo no consiste sólo en cambios secundarios del régimen que sostiene la democracia de los capitalistas, sino que la dominación de la pequeña minoría de explotadores tiene que ser reemplazada por la dirección y el poder de los trabajadores que constituyen la inmensa mayoría de la población. Para terminar, con la desigualdad real, el primer paso consistiría en expropiar los medios de producción de manos de los capitalistas para poner la economía en función de las necesidades sociales.

Sobre esta base se podría edificar una democracia real, que disuelva las actuales fuerzas represivas garantes de orden burgués para sustituirlas por milicias obreras que garanticen las bases de un nuevo orden donde, sin ningún presidente, gobierne una asamblea nacional de consejos de los trabajadores y el pueblo pobre con diputados elegidos a partir de los lugares de trabajo o territorio, con revocabilidad de todos los cargos y salarios iguales al promedio de los trabajadores. Donde los medios de comunicación estén en manos de los trabajadores, y las distintas tendencias y partidos tengan espacios proporcionales a su peso real en la sociedad. Tal vez, esto sea escandaloso para los Mocca, pero los marxistas revolucionarios tenemos una visión mucho más profunda de la democracia que los analistas de la centroizquierda.

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