Fue una intensa pero gratificante campaña, que nos llevó a recorrer gran parte del país, donde no sólo nos recibieron en radios, diarios y canales de televisión, sino también en charlas, almuerzos, mateadas y cenas organizadas por centenares de compañeras de Pan y Rosas que se pusieron la campaña al hombro, para renovar y fortalecer el Frente de Izquierda.

Difundimos el proyecto de ley de Nicolás del Caño: un plan de emergencia contra la violencia hacia las mujeres. Y aprovechamos cada minuto en los medios y en las charlas con centenares de trabajadoras y estudiantes, para denunciar que la violencia machista también tiene responsables institucionales: el Estado, los gobiernos, la justicia y también la Iglesia.

Señalamos que esa violencia cotidiana es la precarización laboral que afecta a la mitad de las mujeres que trabajamos; la impunidad con la que operan las redes de trata y prostitución por la participación y el amparo de funcionarios políticos, judiciales y fuerzas represivas del Estado. Y, fundamentalmente, las más de 300 mujeres que mueren cada año por las consecuencias de los abortos clandestinos. Levantamos nuestra voz por el derecho a decidir y por esas miles de mujeres jóvenes y pobres que perdieron su vida, durante la década kirchnerista, por la férrea oposición del oficialismo y la derecha a aprobar el proyecto de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto.

Porque, aunque cuenta con el apoyo de más de 70 legisladores, sin embargo, sólo ha sido defendido consecuentemente por los diputados y diputadas del Frente de Izquierda, como también lo hacemos en cada campaña electoral y fuera de ellas, en las calles, con nuestra movilización.