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Renta agraria: ¿”Fruto” de la tierra?

Una ilusión recorre el “campo”….y la “ciudad”. Se trata de la concepción sólidamente instalada de que la tierra “rinde” una renta así como el capital “rinde” un interés o una ganancia.

Paula Bach

29 de mayo 2008

Una ilusión recorre el “campo”….y la “ciudad”. Se trata de la concepción sólidamente instalada de que la tierra “rinde” una renta así como el capital “rinde” un interés o una ganancia. Este espejismo lo sostienen tanto las entidades del campo como los defensores del gobierno. Tampoco escapan a él los más críticos como Alfredo Zaiat que en la edición de Página 12 del 28/05/08 a la vez que defiende el hecho que “(…) la tierra es un patrimonio social (por las ventajas naturales que son de toda la población)”, unos párrafos más adelante declama sin tapujos: “La renta agraria es una ganancia extraordinaria de la que se apropian los dueños de los campos, originada en ventajas naturales (fertilidad del suelo y clima).” No Zaiat, la “renta agraria” no es una “ganancia extraordinaria” y tampoco está “originada en ventajas naturales”, al igual que en modo alguno es cierto que un capital colocado en el banco “rinda” un interés por su propiedad de ser una suma de dinero sometida al transcurso del tiempo. No se obtiene renta alguna de la tierra (ni ordinaria ni extraordinaria), ni interés, ni ganancia alguna de un capital si no se extrae trabajo impago de los trabajadores, única clase desposeída tanto de tierra como de capital, “propietaria” sólo de su fuerza de trabajo que se ve obligada a vender en el mercado bajo el comando despótico tanto de los propietarios de la tierra como del capital.

Ese trabajo no pago que proviene de la diferencia entre lo que el trabajador se ve obligado a producir –ya sea en las “pampas” o en las “urbes”- y lo que recibe bajo la forma de salario, es lo que hace muchos, muchos años, Karl Marx denominó plusvalía. Renta agraria, minera, petrolera, marítima, entre otras, interés bancario y ganancia industrial, etc., son sólo formas a través de las cuales esa plusvalía, ese trabajo no pagado, se distribuye entre los diversos dueños del capital y de la tierra.

En particular la renta agraria es un “derecho” adquirido por los propietarios de la tierra sobre una parte de la plusvalía es decir, sobre trabajo no retribuido a los trabajadores. Los propietarios de la tierra son quienes a sangre y fuego y con los favores del Estado Capitalista expulsaron de sus tierras (en distintas “campañas”) a quienes “con sus manos” y “sin capital”, efectivamente la trabajaban. Si el propietario de la tierra es un sujeto distinto al capitalista que arrienda esa tierra y la pone a producir a través de la incorporación de mano de obra agrícola y maquinaria, la renta es lo que el capitalista le paga al dueño de la tierra bajo la forma de arriendo. Es una especie de robo encadenado. El capitalista le roba trabajo realizado al obrero agrícola (y es ésta la única fuente de su ganancia) y el dueño de la tierra le cobra al capitalista agrícola una parte de lo que él le robó al obrero1. Este y sólo este es el origen de la renta agraria en el modo capitalista de producción.

La cuestión se hace más compleja (sin por ello perder el contenido expuesto) cuando se trata lo que se denomina “renta diferencial”. Acá sí tenemos lo que podría denominarse una “ganancia extraordinaria” que está relacionada con “la fertilidad del suelo y el clima” aunque también lo está con la productividad del capital que se invierte en las tierras, mejoras permanentes del terreno, etc. Pero relacionada y “originada” son términos de contenido muy distinto. La renta diferencial no se “origina” en las “bondades del clima y el suelo”. Lo que sucede es que dichas “bondades” actúan como factor potenciador del trabajo no pagado. Como el precio de los productos agrícolas (a diferencia de los industriales y por razones que no abordaremos aquí) se determina por las condiciones en las que se desenvuelve la producción en las peores tierras, es decir, aquellas en las cuales producir cuesta mayor cantidad de trabajo por las condiciones de más bajo rendimiento y como en las mejores tierras las bondades del “suelo y el clima” permiten producir con menor cantidad de trabajo, quién produzca en estas tierras obtendrá una diferencia entre el precio del producto y sus costos mucho mayor que la que se obtiene por producir en las peores tierras. Esa diferencia constituye una ganancia extraordinaria que en tanto se la apropia el dueño de la tierra adquiere la forma de renta diferencial. Otra vez, esta renta diferencial no es más que otra variante de la redistribución del plusvalor es decir, del trabajo no pagado a los verdaderos productores. Sólo que en este caso, el dueño de la mejor tierra se apropia no sólo de una parte del trabajo no pagado por los capitalistas arrendatarios a sus propios trabajadores sino también y, fundamentalmente, de una buena cuota del trabajo no pagado por parte de los dueños de las peores tierras y los capitalistas que las arriendan a su propia mano de obra. En definitiva, aunque bajo formas cada vez más complejas, se trata siempre de diferentes formas de distribución de un botín que no es más que trabajo no pagado a sus verdaderos productores.

En el caso de la Argentina en particular, la renta diferencial adquiere una dimensión internacional. A ella y a la profundización de este tema dedicaremos el N° 3 del suplemento de economía “Econocrítica”.

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