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EDITORIAL

Un programa socialista contra la "sintonía fina"

La “sintonía fina” es todo un programa económico, social y político, para esta etapa del proyecto kirchnerista. Condicionado también por la crisis mundial, que amenaza con bajar el crecimiento de países como Brasil o China, principal destino de nuestras exportaciones, el gobierno responde de contragolpe a problemas que estallan en todos los terrenos de la vida nacional.

Fernando Rosso

22 de marzo 2012

Un programa socialista contra la "sintonía fina"

A un mes de la Masacre de Once, los famosos “15 días” de Cristina para tomar “decisiones contundentes” se diluyen en el aire. Mientras tanto, el pueblo trabajador continúa bajo las mismas condiciones, viajando en “zona de riesgo”. El “modelo” de las privatizadas se cobró otra muerte obrera, esta vez en el Subte, donde un operario murió electrocutado.

Como si fuera poco, la Ministra Garré acusó a la izquierda y a quienes trabajan en los planes del gobierno de “extorsionadores”. Días atrás Cristina había dicho que los docentes eran “privilegiados”. Si alguna duda quedaba del rumbo a la derecha, el gobierno se encarga de recordarlo a cada paso. El ataque macartista a los dirigentes de izquierda, es un paso obligatorio en el manual de los gobiernos capitalistas que quieren avanzar sobre las conquistas de los trabajadores.

 
Un gobierno improvisado, en giro a la derecha

La “sintonía fina” es todo un programa económico, social y político, para esta etapa del proyecto kirchnerista. Condicionado también por la crisis mundial, que amenaza con bajar el crecimiento de países como Brasil o China, principal destino de nuestras exportaciones, el gobierno responde de contragolpe a problemas que estallan en todos los terrenos de la vida nacional.

Respecto al trabajo y el salario, busca imponer un techo, en sintonía con la UIA que exige acuerdos por debajo de la inflación y atados a la productividad.
A la bomba de tiempo de los trenes y el transporte, provocado por las privatizadas, se responde con una “intervención” del Estado, hecha por funcionarios que son “íntimos” de los empresarios, mientras se negocia con Cirigliano la impunidad para los responsables de la masacre.

Ante la grave deficiencia energética tras años de saqueo y falta de inversiones de Repsol-YPF y las otras petroleras; el gobierno, junto con las provincias, apuesta a un tímido “apriete”, para lograr alguna nueva inversión o conceder parte de la producción a otras empresas.

La oposición patronal critica al gobierno por su “intervencionismo”, ubicándose a la derecha del kirchnerismo. Pero el tímido “intervencionismo” estatal, impuesto luego de tragedias como la de Once o ante la evidente crisis energética, no da ninguna respuesta, como constatan a diario millones de trabajadores.

Un programa que vaya “hasta el hueso”

El crimen de Once y ahora el “descubrimiento” que hace el gobierno del robo de las petroleras, hicieron resurgir la demanda de “estatización”. Circulan encuestas donde una mayoría opina que esas empresas deben volver al Estado. Una reversión del “sentido común” impuesto por el “neo-liberalismo”.
El reclamo de la renacionalización del transporte surge como necesidad vital de aquellos que no quieren dejar su vida en manos de estas patronales.

La complicidad del Estado con las privatizadas, plantea que esa nacionalización no puede quedar en manos de una casta unida por miles de lazos al empresariado. La administración obrera y el control de los usuarios populares se impone cono necesidad para evitar una nueva estafa de una burocracia estatal pro-empresaria. Sin embargo, la gestión obrera, si realmente busca responder a los intereses de los trabajadores y el pueblo, no puede ser tampoco de la burocracia sindical. Como demostraron en el FF.CC. Roca o luego de Once, son completamente serviles a las empresas, al gobierno o a ambos. Por lo tanto, la demanda de gestión obrera, presupone la lucha por expulsar a la burocracia de nuestros sindicatos y su reemplazo por una dirección clasista.

Pero además, resolver una cuestión vital como el transporte (así como el derecho elemental a la vivienda) exige de recursos que permitan una reconstrucción de un sistema nacional de transporte o un plan de obras públicas para vivienda, escuelas u hospitales. Esos recursos están en manos de las petroleras, los bancos, las mineras o los dueños de la tierra, que con los altos precios de la soja hacen ganancias millonarias.

La nacionalización de los recursos estratégicos, la expropiación sin pago y la gestión obrera de la producción petrolera, gasífera, minera y los bancos, así como de la oligarquía terrateniente y la gran burguesía agraria, se liga íntimamente a la resolución de problemas que hacen a supervivencia de nuestro pueblo. El monopolio estatal del comercio exterior (y no las timoratas medidas de límite a la importación de Guillermo Moreno), así como la creación de una banca estatal única, en manos de los trabajadores, que centralice el crédito barato para quienes lo necesiten, son medidas ineludibles para una seria planificación económica en interés de los trabajadores y el pueblo.Enfrentar al imperialismo es de primer orden en este programa.

Ante la cuestión del trabajo y el salario, la Lista Bordó de la Alimentación levanta una demanda que sintetizó en “ocho horas, cinco días y con un salario igual a la canasta familiar”. Es decir, reducir la jornada laboral, sin bajar el salario, poner límite al despotismo patronal y su exigencia de productividad. Impulsada por el conjunto de la clase trabajadora, esto marcaría el inicio de un combate por “trabajar menos, para trabajar todos”, y la posibilidad de un empleo en blanco para millones que siguen en la precariedad laboral, empezando por los que cobran los miserables planes del gobierno. 

 
“Un problema de Estado”

La epopeya de la gestión obrera de Zanón, que impidió el cierre de la fábrica y el despido masivo de sus trabajadores (y por el contrario duplicó el plantel), la puso a funcionar sin patrones y ahora acaba de votar, en un gran gesto de solidaridad de clase, la absorción de Cerámica Del Valle; o la reducción de la jornada laboral a seis horas impuesta por los compañeros del Subte, demuestran que algunas de estas demandas pueden lograrse parcialmente cuando se dan batallas decididas, cuando se logra que la causa obrera, se convierta en una causa del pueblo.

Pero su necesaria aplicación generalizada como programa de conjunto, como reorganización de la economía, no en función de la ganancia sino de las necesidades sociales, es decir, como programa socialista, reclama la movilización revolucionaria de la clase obrera y el pueblo pobre. Sin embargo, pelear hoy porque la vanguardia obrera haga suyo este programa, marca un camino y educa a sus destacamentos de vanguardia.

Están a la vista los resultados de nueve años de Argentina kirchnerista, que demuestran el carácter utópico de la reforma o “ampliación” de este Estado que no es “neutral”, sino de clase.

La lucha no puede reducirse a los reclamos sindicales, ambientales o democráticos, sino a un programa político que los incluya, pero que apunte al “enemigo común”: este Estado capitalista, que explota a la clase obrera y sostiene y alienta las diferentes formas opresión, funcionales a su estrategia de “divide y reinarás”.

Este programa y sus objetivos, tan ambiciosos como realistas, necesitan de una estrategia política y un partido. La principal lección histórica, a 36 años del golpe, es que la clase empresaria, es capaz de llegar al genocidio, para sostener su régimen de explotación, defender sus intereses, sus propiedades y su ganancia, cuando se ve amenazada por la insurgencia obrera y popular
Sin la más amplia movilización revolucionaria de la clase trabajadora junto al pueblo oprimido y sin destruir este Estado, es imposible una solución de fondo en beneficio de las mayorías. La reorganización socialista de la economía y la destrucción del Estado capitalista, plantean la necesidad de construir un gobierno y un Estado “de nuevo tipo” (como lo definió el marxista Antonio Gramsci), es decir, basado en organizaciones democráticas de los trabajadores y el pueblo, consejos que funcionen sobre la más amplia democracia obrera y popular, donde las grandes mayorías decidan los destinos de la vida nacional. Y es de “nuevo tipo” porque debe comenzar a liquidar las divisiones de clase de esta sociedad, donde unos pocos tienen todo y la mayoría nada e iniciar un camino, mediante el impulso a la conquista de nuevos gobiernos de trabajadores a escala internacional, en la transición hacia la desaparición de todo Estado, expresión política de la desigualdad social. 

La responsabilidad de los miles que nos movilizamos este 24, es la de avanzar en construir esa organización política capaz de cambiar a la Argentina desde sus cimientos, como parte de una estrategia internacionalista, más que necesaria ante la catástrofe a la que condena capitalismo a los pueblos del mundo y que ya recibió como respuesta la “primavera árabe”, las huelgas generales y la batalla en las calles de la juventud griega o del Estado Español. El PTS (como parte del Frente de Izquierda) está comprometido en esta tarea, el más profundo homenaje a la “memoria” de una generación que entregó todo de sí en el combate por la revolución.

Fe de erratas: En la edición impresa de La Verdad Obrera se deslizó un error. Donde dice "control estatal del comercio exterior" debe decir "monopolio estatal del comercio exterior", como está expresado en esta edición online.

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