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CULTURA

UN COMENTARIO A LA NUEVA PELÍCULA DE WOODY ALLEN, BLUE JASMINE

Una mujer (burguesa) al ¿borde? de un ataque de nervios

Luego de un periplo cinematográfico por algunas importantes ciudades del mundo (Roma, Londres, Barcelona, París) los últimos años, y con historias de difuso espíritu –por decir lo menos–, Woody Allen nos regresa, con Blue Jasmine (2013), a los Estados Unidos. Y a sus reconocibles –y siempre esperadas– buenas historias.

Demian Paredes

17 de octubre 2013

Una mujer (burguesa) al ¿borde? de un ataque de nervios

Luego de un periplo cinematográfico por algunas importantes ciudades del mundo (Roma, Londres, Barcelona, París) los últimos años, y con historias de difuso espíritu –por decir lo menos–, Woody Allen nos regresa, con Blue Jasmine (2013), a los Estados Unidos. Y a sus reconocibles –y siempre esperadas– buenas historias.

En consonancia con el argumento de uno de los grandes clásicos del dramaturgo norteamericano Tennessee Williams, “Un tranvía llamado Deseo”, Allen nos invita a presenciar el encuentro de dos hermanas (adoptadas), donde una, Jasmine (interpretada magistralmente por Cate Blanchett), necesita la solidaridad de Ginger (Sally Hawkins), habida cuenta de la quiebra económica y encarcelamiento de su esposo Hal (Alec Baldwin). Ginger recibirá a Jasmine en su casa, y así veremos las fricciones y choques de dos mundos (sociales): el de los ricos financistas de Nueva York (condensados en Jasmine –cuyo nombre original-real era Jeannette–), y el de los asalariados de San Francisco (Ginger y su troupe de hijos, amigos, su novio y un ex…).

Con precisos (y oportunos, muy bien puestos) flashbacks se va mostrando la opulenta (y despreocupada, y filantrópica) vida de Jasmine, mientras trata de “recuperarse” de sus pérdidas, pensando cómo rehacer su vida (en busca de un trabajo y/o estudios, de un nuevo “amor”…). Los engaños, la mentira –“marca registrada”, leit motiv en el cine de Allen–, jugarán más de un papel en esta historia. Y también el azar, los encuentros casuales, serán “definitorios” en la trama. Y más: el autoengaño, como una forma de vida, cuando están garantizadas todas las comodidades materiales (cuestión que contrasta con la sinceridad y choque abierto con que enfrentan los conflictos y situaciones que se les presentan los personajes de origen humilde –aunque acá puede decirse también que, a diferencia del tratamiento que les da Allen a los personajes y situaciones de clase alta, hay cierto “paternalismo” o simplificación en cómo los pinta–).

La película en su conjunto es dinámica, todas las actuaciones son más que buenas –destacándose la versátil interpretación de Blanchett–, y la historia, contundente. Habrá en este drama momentos de humor, de paradojas y comicidades (duelos verbales, choques ácidos y críticas entre Jasmine y su hermana, entre Jasmine y el novio de aquélla, Chili, entre otros), momentos de incertidumbre y zozobra, y giros sorpresivos.

Con excelente fotografía, música (jazz y blues), escenografías y vestuarios, Blue Jasmine parece haber recobrado aquella “vieja” potencia tragicómica de Allen. Un cine inteligente, de personajes intensos y situaciones imprevistas.

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