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DEBATE CON EL PO (II)

Una vez más sobre los debates de estrategia y su actualidad

Apostamos a que el conjunto de estas discusiones que se vienen desarrollando con el Partido Obrero a partir del libro de Christian Castillo contribuyan a seguir profundizando y clarificando los debates sobre programa y estrategia entre las organizaciones que conformamos el Frente de Izquierda de cara a la gran tarea de poner en pie un partido revolucionario que tenemos por delante.

PTS

24 de noviembre 2011

Apostamos a que el conjunto de estas discusiones que se vienen desarrollando con el Partido Obrero a partir del libro de Christian Castillo contribuyan a seguir profundizando y clarificando los debates sobre programa y estrategia entre las organizaciones que conformamos el Frente de Izquierda de cara a la gran tarea de poner en pie un partido revolucionario que tenemos por delante.

Presentamos extractos del artículo cuya versión completa puede leerse en www.ips.org.ar.

por Matías Maiello

[…] Nos llama la atención que Rieznik no realice siquiera el intento de responder –aunque sea formalmente- dos de nuestros planeos principales en el artículo anterior, a saber: a) el debate –necesario y urgente- sobre el método para la reconstrucción de la IV internacional, y ligado a esto, lo que modestamente criticamos como estancamiento del agrupamiento internacional del que forma parte el PO -la CRCI- en momentos en que se profundiza una crisis histórica del capitalismo; b) la necesidad –también acuciante- de avanzar en el desarrollo de una corriente clasista, y en perspectiva revolucionaria, en el movimiento obrero, y la falta de una orientación en este sentido por parte del PO durante todos estos años donde justamente se está desarrollando el “sindicalismo de base” como principal fenómeno en la clase obrera que plantea una oportunidad clave para quienes queremos poner en pie un partido revolucionario.

El balance del 2001, el debate sobre política y los métodos que criticamos del PO en la ANP o la ANT, etc., son importantes polémicas sobre el pasado pero que solo tienen sentido –lo repetimos- si sirven para avanzar en debate franco sobre las tareas de los revolucionarios hoy. […]

¿Cuál es la relevancia estratégica hoy del balance del 2001?

[…] Rieznik se pregunta para qué derrotar a la policía, para qué una fracción en los sindicatos, si total De la Rua cayó sin que esto fuera necesario. Lamentablemente le tenemos que explicar que cuando hablamos de “lo que faltó” el 19 y 20 no nos referimos a lo que faltó para tirar a De la Rua -pregunta que sería ridícula- o para tomar el poder el 20 de diciembre, sino a lo que faltó para quedar en mejor relación de fuerzas para evitar que el proceso fuera contenido fácilmente por el PJ y la burocracia, y lograr hacer más costosa la salida para la burguesía […] Todo esto a pesar de que fue un proceso menos profundo que el abierto por el Cordobazo, el cual no solo fue determinante para la destitución de Onganía, sino que hirió de muerte al régimen “libertador” y obligó a la burguesía a repatriar a Perón, lo cual tampoco alcanzó y fueron necesarias las Tres A, y para derrotarlo tuvieron que dar el golpe del ’76. […] Por eso, a pesar de que el 2001 tuvo elementos de “ensayo”, […] no fue nuestro “ensayo general” revolucionario, para buscarlo necesitamos ir a las lecciones del asenso de los ’70.

La relevancia actual de este debate, repetimos, no es historiográfica, la cuestión es para qué nos preparamos. ¿Nos preparamos para enfrentar a las futuras Tres A de la burocracia, el aparato del PJ, y la policía, o para un proceso relativamente más pacífico? Esta es la cuestión. Para la primera opción “a” necesitamos un partido revolucionario de combate, una fracción significativa en los sindicatos capaz de maniobras como el frente único obrero, organismos de autoorganización de tipo soviético, milicias de autodefensa, una estrategia insurreccional, etc. Para la opción “b”, tiene razón Rieznik que bastaría -si esto fuese posible- con preparar mejor un nuevo 2001, o como solía decir el PO “un nuevo argentinazo”. […]

“Sindicalismo de base”, dirección y representación

En su afán de impugnar el “sovietismo” del PTS, Rieznik se lanza con una afirmación terminante: “La crisis del proletariado no es de ‘representación’ sino de dirección, o sea de independencia política”. […] Mal que le pese a Rieznik, la crisis de dirección se combina efectivamente con una crisis de representación. Por un lado, porque existe un amplio desprestigio de la burocracia entre los trabajadores que va desde la profunda desconfianza al odio directo; y por otro lado, porque más del 60% de los trabajadores privados no está sindicalizado, y dentro de los sindicalizados hay todo un sector de tercearizados que no están encuadrados en el sindicato de su rama. Ambos elementos confluyen para el desarrollo del “sindicalismo de base” como fenómeno objetivo, es decir, más allá de lo que piense el PO, el PTS, o Tony Negri, y lo mismo vale para el “estado asambleario” que tanto irrita a Rieznik. […]

Cuando plantea que “no solamente importa que el proletariado vote: mucho más importante es qué es lo que vota la clase obrera”, se equivoca por el vértice al hacer esta contraposición. […] Para Lenin, no era posible separar la votación misma de lo que se vota porque justamente la votación, así como la lucha misma, es lo que permite hacer una experiencia consciente con las diferentes direcciones. En este sentido la lucha por la “representación” es parte de las experiencias vitales del movimiento obrero. Para Lenin sucedía lo contrario de lo que plantea Rieznik, cuanto más votaba el proletariado en sus organismos de autoorganización mejor lo hacía. Sin esta experiencia, una de dos, o bien la clase obrera avanza en su conciencia por medios puramente intelectuales (concepción propagandística y académica) o directamente mejor que no vote sino que “ratifique” (concepción burocrática).

El tipo de separación metafísica entre votar y “votar bien” es lo que lleva al PO a negar la lucha por la democracia obrera en los sindicatos, o a desarrollar métodos como los de la ANT donde es necesario negociar entre las tendencias previamente todo aquello que se va a someter a votación. […]

Soviets y dictadura del proletariado

Como quién no quiera la cosa, hacia el final de su artículo Rieznik sostiene: “las diferencias son programáticas, […] el PTS rechaza la dictadura del proletariado en nombre de una autogestión sovietista, donde precisamente ‘las bases decidan’ -lo que de paso convierte al programa y al partido en factores secundarios de un gobierno de trabajadores.” […]

Llamaría la atención a un simple lector de Trotsky que no conociese el derrotero de determinadas corrientes luego de la ruptura de la IV Internacional, que alguien que se reivindica trotskista contraponga el papel de los soviets al programa revolucionario, siendo que fue Trotsky quien sostuvo que “no puede haber un programa revolucionario sin soviets y sin control obrero” (“A 90 años del Manifiesto Comunista”). O que alguien que se dice trotskista contraponga los soviets, nada más ni nada menos, que a la dictadura del proletariado, cuando en su Historia de la Revolución Rusa Trotsky sostiene que “La organización en base a la cual el proletariado puede no sólo derrocar el antiguo régimen, sino también sustituirlo, son los soviets.
Lo que después fue el resultado de la experiencia histórica, hasta la insurrección de Octubre era un simple vaticinio teórico, cierto que fundado en el ensayo preliminar de 1905. Los soviets son los órganos que preparan a las masas para la insurrección, los órganos de la insurrección y, después de la victoria, los órganos del poder”. […]

Rieznik parece retroceder drásticamente respecto a las reflexiones del propio Trotsky hacia una teoría de la correspondencia unívoca y transparente entre la clase obrera como sujeto social y su representación política, que peligrosamente es la misma que lleva a identificar la dictadura del proletariado con la dictadura del partido único. Justamente una de las grandes conclusiones que sacó Trotsky de la experiencia rusa fue el establecimiento del “pluripartidismo soviético” como norma programática. […]

Los soviets lejos de ser contradictorios con el partido dan la posibilidad al partido revolucionario de ampliar su influencia y dirigir a las grandes masas, de poder demostrar en la experiencia de la lucha de partidos la necesidad de que las masas tomen en sus manos el programa revolucionario […]

Para que la dictadura del proletariado no sea una frase vacía en un programa es necesario clarificar cómo se pretende llegar a ella concretamente (la estrategia). Nosotros sostenemos con Trotsky la necesidad de una insurrección en cuya preparación y dirección un partido revolucionario es indispensable, y también la importancia de los sóviets (u organismo equivalente) como órganos de la insurrección y del nuevo poder.

Lo que no queda claro para nada hasta ahora (más allá de que Rieznik se escuda en que sigue sin comprender qué significa “estrategia”) es cuál es la estrategia para la toma del poder del Partido Obrero.

El partido es más que su programa

Otra vez al pasar -ahora directamente entre paréntesis- Rieznik introduce una frase que parece dejarlo satisfecho: el partido es el programa. Con esto nos sugiere, […] para qué discutir cómo desarrollar una corriente en el movimiento obrero, para qué conquistar “posiciones estratégicas” en la industria y los servicios, para qué los soviets, para qué discutir estrategia, si el partido es el programa. […]

Nos vemos obligados a aclarar que cuando Trotsky atribuye una importancia fundamental al programa, lo que está diciendo es que no hay partido revolucionario sin un programa revolucionario, no que una vez que tenemos el programa nos dedicamos a “agitar” y esperar el “retorno” por parte de las masas. A esto Trotsky lo llamaba fatalismo, en el mejor de los casos.
Lo peor de todo es que Rieznik atribuye esta infantilización del marxismo al propio Trotsky, cuando en realidad debiera atribuírsela a Guillermo Lora.

En un artículo sobre esta tesis de Lora un crítico desentrañaba el carácter idealista de este planteo ahorrándonos un poco el trabajo. Decía: […] “El POR ha fetichizado el programa revolucionario, lo ha convertido en algo que, por sí mismo y de manera automática, puede dar como consecuencia una táctica adecuada y una organización revolucionaria, leninista. Y esto es un grave error, porque de lo que se trata en la lucha revolucionaria es de saber si el partido revolucionario es capaz de transformar las ideas revolucionarias en “fuerza material”, es decir, en fuerza de masas. […] Si se analiza con cuidado la afirmación lorista, en el sentido de que el partido es el programa, comprenderemos que es una afirmación idealista, porque sólo considera lo que se dice y no lo que se hace. Para el marxismo materialista la relación es al revés: a una persona o a una organización no se la identifica simplemente por lo que dice que es, sino por lo que efectivamente hace.” (Juan Pablo Bacherer, “El POR se ha transformado en secta nacionalista”, en En Defensa del Marxismo, julio de 1997)

Sería bueno que Rieznik revisase las viejas revistas del Partido Obrero como esta que acabamos de citar, podría encontrar cosas interesantes.

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