Este 1° de mayo en el obelisco se dijeron palabras con verdadero contenido. No escuché a personajes acartonados y sonrientes; sino a los que, en las fábricas luchando por sus reclamos en cada paro y cada asamblea, contra la explotación por parte de los capitalistas y sufriendo los abusos de los patrones y sus patotas, intentan llevar a la clase trabajadora al terreno de la política, a la lucha política como una necesidad, una obligación para construir un partido con la perspectiva de un gobierno de la clase obrera.
A los que intentaron en Neuquén una lucha coordinada para echar a Sobisch y su policía (culpables del asesinato del luchador docente Carlos Fuentealba); y que fue impedida por la burocracia sindical; a los que ahora enfrentan a la gendarmería enviada por Kirchner a Santa Cruz para impedir que continúen en su lucha por un salario digno, equivalente a la canasta familiar.
No escuché un discurso sobre derechos humanos; sino a los que los llevan adelante denunciando cómo la policía y la justicia encubren a los secuestradores de Julio López; que reclaman los archivos de la SIDE, las policías y las FFAA que el gobierno de Kirchner guarda celosamente; a los que llevan adelante las causas contra los asesinos de la Triple A y los genocidas de la última dictadura que, en el “gobierno de los derechos humanos”, siguen impunes.
Todos planteando la necesidad de una alternativa independiente y socialista, de un partido de los trabajadores; para que, junto a los estudiantes y la juventud combativa, llevemos adelante la revolución social que termine con este sistema de hambre y explotación.
Este 1° de mayo escuche a los verdaderos luchadores, y me sentí representada.