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Editorial

Basta de poner nuestra sangre y que ellos se lleven millones

Manolo Romano

12 de abril 2007

El fusilamiento de Carlos Fuentealba a manos de la policía neuquina de Jorge Sobisch fue un ataque contra toda la clase trabajadora.
El gobernador de Neuquén, jaqueado por la crisis, intenta postularse como líder de una derecha dura reivindicando haber sido el "responsable político" del crimen mientras los principales diarios como Clarín y La Nación lo consideran un acto de "valentía" por "dar la cara". Por su parte Kirchner dice que no quiere reprimir la protesta social, pero en su provincia, Santa Cruz, militarizó las escuelas contra los huelguistas.
Para servir a los intereses de los grandes capitalistas utilizan las fuerzas represivas estatales llenas de genocidas de la dictadura y ejecutores del "gatillo fácil" de la democracia. El cabo Poblete que fusiló a Fuentealba tenía causas por torturas desde 1997 y fue investigado como parte de esa policía que asesinó a Teresa Rodríguez en Cutral Có. En aquella ocasión la Gendarmería, enviada por Menem, estaba dirigida por el Comandante Jorge, un antiguo represor bajo el gobierno de Videla. Y Kirchner le da a esta gente la tarea de "buscar" a Jorge Julio López...
Mientras los trabajadores ponemos nuestra sangre, las 500 más grandes empresas aumentaron sus ganancias en casi un 100%. Repsol gana $42.000 por minuto en las provincias petroleras de los Sobisch, los Romero y los Kirchner donde los docentes luchan por salarios.

El asesinato del docente Carlos Fuentealba en Neuquén y la respuesta que significó el extraordinario paro activo nacional de los maestros del 9 de abril cambiaron bruscamente la coyuntura política nacional.
Las huelgas en Santa Cruz, Salta y Neuquén y, aunque de menor intensidad, las luchas de estatales en varias provincias, empezando por la de Buenos Aires, venían mostrando nuevamente a la clase trabajadora como un actor social. Mientras en la mayoría de los gremios de la industria y los servicios, las conducciones sindicales de la CGT vienen conteniendo el reclamo salarial en los topes fijados por el gobierno, los rezagados sueldos de los empleados del Estado desencadenaron la emergencia de luchas que cuestionan por izquierda a las conducciones de la CTA. Kirchner las catalogó con el eufemismo de "tensiones del crecimiento económico" diferenciándolas de las luchas que en los años ‘90 se daban "contra la exclusión". Lo cierto es que este "crecimiento económico" pone en evidencia las superganancias petroleras en las provincias de los Sobisch, los Romero y los Kirchner, mientras se desarrollan ante los ojos de millones las obscenas peleas de camarillas por el reparto del botín de la recaudación fiscal, como en La Rioja donde el kirchnerismo es el menemismo trasvestido.

Lucha sindical y lucha política
Los hechos de Neuquén transformaron esta pelea por la redistribución de la renta en una lucha política abierta para castigar a los responsables de este nuevo crimen. Mientras el presidente se borraba de la escena pública fue el paro nacional docente y las manifestaciones en las principales ciudades del país las que mostraron capacidad para enfrentar a la derecha de mano dura que se intenta proyectar nacionalmente. Decenas de miles en Neuquén y en todo el país reclaman la renuncia de Sobisch. Pero al mismo tiempo, se desenmascara ante importantes franjas de los trabajadores y la población el doble discurso de Kirchner. Como estuvo planteado con el secuestro y la desaparición de Julio López, que dejó al desnudo al "gobierno de los derechos humanos", ahora vuelve a entrar en contradicción el discurso oficial con la utilización de las fuerzas represivas estatales contra los trabajadores. La represión antihuelgas que ahora llegó hasta el fusilamiento de un maestro en lucha, ya había sido anunciada contra las enfermeras del Garrahan, del Francés, y de los petroleros en Las Heras. Encima, Aníbal Fernández ofreció la Gendarmería Nacional en caso de que Neuquén lo solicitara...
Si bien es Sobisch el que aparece claramente como el responsable político directo del asesinato de Fuentealba (lo que deja en crisis la alianza nacional que se venía armando entre Macri y el gobernador neuquino), Kirchner no puede utilizar el recurso de polarizar "contra la derecha", como reconoce hasta el ultraoficialista Horacio Verbitsky, dada "la situación en Santa Cruz, donde la Gendarmería sigue acampando en las escuelas" (Página/12, 8 de abril). Más aún, es el alfil del presidente en la Capital del país, el ministro y candidato Filmus otro afectado directo que puede terminar de enterrar sus posibilidades de ganar las elecciones a Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Otro de los aliados de Kirchner, el dirigente Hugo Yasky de la CTA, es desbordado por la acción de las huelgas provinciales y blanco de una extendida bronca de la base docente y amplias capas de la población que han tomado como sentencia: "tuvo que haber un muerto para que llamaran a un paro". Inclusive el pedido de renuncia del dirigente de la CTA fue votado por los docentes neuquinos en una masiva asamblea de la seccional de la capital provincial de ATEN y coreado por una amplia oposición a la conducción del gremio que marchó a Plaza de Mayo en el marco del paro del 9 de abril.

Las tendencias conciliadoras
La caída del asesino Sobisch sólo puede ser un subproducto de la acción de masas de los trabajadores y el pueblo neuquino, una huelga general activa con piquetes y movilización en las calles, pero esta perspectiva es bloqueada a cada paso por las direcciones burocráticas de los sindicatos. La dirección de la CTA, después de verse obligada a lanzar el paro nacional de 24 horas, se vuelve a desentender de los docentes en huelga que le piden un plan de lucha nacional a CTERA. Y en la propia Neuquén, la dirección de ATEN Capital rechazó la moción, impulsada por el sector combativo de la asamblea, de "no negociar con Sobisch" las demandas salariales del gremio. Si una negociación con Sobisch se llevara a cabo sería una suerte de absolución para el responsable político del fusilamiento de Fuentealba, y dejaría la lucha por la renuncia del gobernador en manos de la frágil oposición parlamentaria que apenas pide un "juicio político". Justo cuando los dirigentes de ATEN Capital adoptan este curso conciliador, se desarrolla un paro de 48 hs de ATE y más de mil estatales marchan frente a la gobernación pidiendo la renuncia de Sobisch.
Cuando hace exactamente diez años asesinaron a la empleada doméstica Teresa Rodríguez durante el "Cutralcazo" de los "fogoneros" neuquinos, también las direcciones burocráticas y conciliadoras de los sindicatos frenaron la tendencia a la lucha política de los trabajadores contra el gobernador Felipe Sapag. Los trabajadores y el pueblo tuvieron que soportar 10 años más de MPN y "policía brava". Por entonces, la recesión económica empujaba a la lucha a los desocupados que protagonizaron verdaderos levantamientos locales en reclamo de trabajo y enfrentaron a las fuerzas represivas tanto en Neuquén como en Salta y Jujuy. Las expectativas que despertó el Frepaso de lograr un "recambio pacífico" con la Alianza; y el mecanismo estatal de planes asistenciales para contener los elementos de "guerra civil" que mostraban las acciones de los desocupados, fueron las operaciones de desvío de aquellas rebeliones provinciales que eran acompañadas por vastos sectores de las clases medias ya descontentas con el menemismo y que se movilizaban por decenas de miles ante los ataques de la Gendarmería Nacional.
El principal límite del movimiento actual encabezado por los docentes lo marca el conformismo de las capas medias con el crecimiento económico y las expectativas de las masas en Kirchner. Esto que se traduce en una presión reaccionaria sobre los trabajadores y sus métodos de acción directa como los cortes de ruta y de puentes, que a su vez realimenta las tendencias más conciliadoras y pacifistas. Gran parte de esos sectores medios reaccionaron favorablemente a los trabajadores repudiando el asesinato de Fuentealba, lo que abriría la posibilidad de afianzar una alianza de clases para castigar a los responsables, pero las conducciones sindicales oficiales se oponen a profundizar este camino. Sin embargo, la lucha de los docentes encuentra más firmes aliados en los propios trabajadores de los demás gremios estatales, e inclusive en sectores de la industria y los servicios que dieron cientos de ejemplos de repudio al asesinato de Fuentealba y de solidaridad activa durante la jornada del 9 de abril, como mostramos en esta edición de La Verdad Obrera, a pesar de que los sindicatos de la CGT sólo llamaron a un paro simbólico. Las conducciones burocráticas de los sindicatos se presentan como el primer obstáculo para unificar las fuerzas de los trabajadores para castigar a sus verdugos y concitar el apoyo de las clases medias y los sectores populares.

Unificar una oposición de clase
El lunes en Plaza de Mayo se expresó una amplia oposición al gobierno y a los dirigentes de la CGT y la CTA. Miles reclamaron que se vaya Sobisch y el castigo a todos los responsables del asesinato y la represión, el retiro de la Gendarmería de Santa Cruz y un plan de lucha nacional hasta conseguir las reivindicaciones de los docentes en lucha. Los compañeros docentes del PTS en Neuquén son parte junto a cientos de activistas y delegados de base, los obreros de Zanon, el Sindicato Ceramista y otras fuerzas, que señalan esta perspectiva. Hay que luchar en cada asamblea para que no se negocie con el asesino gobernador neuquino, para preparar una huelga general en la provincia e imponer un plan de lucha nacional en apoyo a las huelgas docentes en Neuquén, Salta y Santa Cruz. En todo el país, debemos impulsar un reagrupamiento independiente de la burocracia sindical, empezando por reunir a toda la oposición en el gremio docente, junto a los cuerpos de delegados, comisiones internas y activistas que en la industria o los servicios han manifestado su repudio activamente en los Astilleros, los subtes, los aeronáuticos y telefónicos, las fábricas de la alimentación y las metalúrgicas, entre tantas otras.
Hay que comenzar a discutir la necesidad estratégica de construir una herramienta política para terminar con la situación en la que los trabajadores ponemos la sangre y los empresarios embolsan millones, un gran partido de la clase trabajadora que luche por su propio gobierno.

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