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LA SANGRIENTA TRADICIÓN DE LOS PATRONES

De Patrón Costas al modelo “nacional y popular”

"Reza, trabaja y calla", dicen los cascos de algunas estancias salteñas. Con ese lema, y a punta de fusil, la oligarquía azucarera construyó su imperio en todo el noroeste argentino.

Lucho Aguilar

30 de agosto 2012

De Patrón Costas al modelo “nacional y popular”

"Reza, trabaja y calla", dicen los cascos de algunas estancias salteñas. Con ese lema, y a punta de fusil, la oligarquía azucarera construyó su imperio en todo el noroeste argentino.

Robustino Patrón Costas, fundador del ingenio San Martín de Tabacal, fue parte de esa estirpe. Como gobernador conservador de Salta, puso el Estado al servicio de su clase. Barrió de esas tierras a los pueblos guaraníes, y explotó por igual a whichis, tobas y obreros. 16 horas de trabajo, en terribles condiciones, pagadas con vales de su propia proveeduría.

Tradición, familia y propiedad

Con esas tradiciones – que es también la de los Arrieta, los Blaquier y los Cornejo - se nutrió el Centro Azucarero Argentino. Lo fundaron en 1894. Su programa fue el saqueo de las tierras de los pueblos originarios, la explotación brutal de la naciente clase obrera, el ataque a sus primeras organizaciones y militantes, el lobby para obtener favores de los gobiernos.

Si les fue bien con los radicales y peronistas, la dictadura fue su mayor apuesta. Como parte de la COPAL (Coordinadora de Productos Alimenticios) al lock-out patronal de febrero de 1976, y luego al golpe, para rechazar “la entrega del país al sindicalismo continuando su camino hacia el marxismo” (La Nación, febrero 1975). Los ingenios eran parte del ascenso obrero y la izquierda había ganado influencia en ellos.
Con el golpe, más de 100 dirigentes de la FOTIA fueron desaparecidos o asesinados, sólo en Tucumán. En “La noche del Apagón”, Ledesma S.A. y las fuerzas represivas masacraron a activistas de ese ingenio. Los mismos métodos fueron aplicados contra los obreros salteños.

Un azucarero ‘nacional y popular’

El Centro Azucarero eligió a la salida de la dictadura a Jorge Zorreguieta como presidente. El hombre había sido Secretario de Agricultura de Videla: llegaba con los zapatos lleno de bosta, y las manos manchadas de sangre.

Gente conservadora, los azucareros lo reemplazarían 25 años después.
El afortunado sería, Fernando Nebbia. Según su propio curriculum: “se desempeñó como Consejero Económico de la Embajada Argentina en Londres (1977-1982); fue Director Ejecutivo en el Fondo Monetario Internacional (1984-1987”. Hasta ahí funcionario de la dictadura y el FMI.
Sigue: “fue subsecretario de Coordinación Económica (2004-2005); Jefe de Asesores del Secretario de Comercio; desde principios de 2007 presidió la Comisión Nacional de Alimentos; y se desempeñó como Subsecretario de Política Agropecuaria”.

O sea que el ex funcionario de la dictadura, y actual presidente de la sanguinaria cámara de los azucareros, fue uno de los hombres claves de la política agropecuaria y comercial kirchnerista.

Plata dulce

Desde su cargo, Nebbia defiende los intereses no sólo de esa oligarquía local, sino también de las multinacionales.

En los últimos años, muchos propietarios tradicionales dejaron lugar a nuevos grupos empresarios. Arcor compró el Ingenio La Providencia; Atanor el Leales y el Concepción; Los Balcanes S.A, se quedó con Aguilares, La Florida y Cruz Alta; Seabord, de Estados Unidos, compró El Tabacal de los Patrón Costas.

El interés no es casual. En la actualidad, al negocio del azúcar comestible se suma al de los biocombustibles. Argentina ofrece ventajas a estos grupos capitalistas. A las ventajas naturales de sus tierras, se suma la brutal explotación de los obreros y obreras del azúcar. Las modernas tecnologías se combinan con condiciones de vida y trabajo que Bialet Masse describía en 1904.

De esa manera, los costos de producción se ubicaron en nuestro país por debajo de la media mundial, y las ganancias por exportación baten récords (Agencia Copenoa).

Kirchner y Urtubey están comprometidos en garantizar ese modelo.

Sus tradiciones y las nuestras

La Seaboard Corporation siguió fiel a las tradiciones de la oligarquía azucarera. Y la muerte continuó rondando los cañaverales. El guaraní Fabián Pereyra, de 18 años, murió torturado. Se había robado una naranja de las 19 mil hectáreas que plantó la empresa. Hugo Castillo, obrero de sólo 15 años, falleció aplastado por un tractor. Sus vidas valen menos que una bolsa de azúcar.

Para defender esos negocios y tradiciones El Tabacal eligió como gerente a Hugo Rossi, que se jacta de haberse iniciado en Ford durante la dictadura y directivo de Kraft Foods en los 90.

Nosotros, en cambio, defendemos las tradiciones de lucha y organización de los obreros de los ingenios del noroeste. Es la que resurge hoy en Ledesma y La Esperanza, en los ingenios tucumanos y ahora en Salta.

“Reza, trabaja y calla” dicen los cascos de estancia. Los obreros de El Tabacal dejaron los campos y apagaron las máquinas. Y soltaron un grito de guerra. Es el nuestro.

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