El pasado 26 de junio el presidente Kirchner visitó el Astillero Río Santiago con motivo de la entrega del buque “Alpina”. A pesar de que las autoridades habían decretado asueto a partir de las 11 de la mañana, alrededor de 500 trabajadores decidieron quedarse para escuchar al presidente y al gobernador Solá. Ambos no quisieron perder la oportunidad de estar en una fábrica que tiene perspectivas de trabajo hasta el 2006 (producto de la construcción de dos nuevos barcos para la misma empresa alemana que construyó el barco recientemente entregado) para desplegar su discurso a “favor de la producción y el trabajo”.
Kirchner llegó a reconocer que el Astillero sigue abierto y funcionando gracias a la lucha de sus trabajadores, por lo que recogió el aplauso de estos.
La presencia de un número importante de trabajadores en el acto puso en evidencia el apoyo y las expectativas que existen en el gobierno de Kirchner.
Pero a su vez el acto también reflejó los límites de estas expectativas y del gran problema que tiene el gobierno y el conjunto del régimen en extender y en consolidar el actual apoyo de los trabajadores.
El empresario alemán Uwe Nusse -representante en el acto de la firma Wilhelm Finance para la cual se construyó el buque “Alpina”- se vio obligado a interrumpir su discurso en el acto frente a un abucheo generalizado de los trabajadores.
El rechazo de los obreros se produjo cuando anunció la construcción de otros dos buques -que se sumarán al “Malhoja” que ya comenzó a construirse- y pidió a cambio mayor rapidez (es decir mayor producción) en la realización de los trabajos.
Este hecho sin duda marca los límites de las expectativas reinantes en el nuevo gobierno, poniendo en evidencia que los trabajadores no están dispuestos a mayores ritmos de trabajo, mayor explotación, peores condiciones de trabajo y a seguir perdiendo conquistas y el nivel de sus salarios, más allá que a fines del año pasado obtuvieron un aumento no remunerativo de $150. Los trabajadores parecen no estar dispuestos a seguir perdiendo para que un puñado de capitalistas, en este caso los armadores alemanes y banqueros, que reciben como parte de la deuda provincial gran parte de las ganancias que obtiene el Astillero, sigan ganando gracias al trabajo obrero.