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Eduardo Grüner (1° ronda)

PTS

23 de junio 2011

Voy a empezar citando a Alain Badiou. […] Dice, aproximadamente, que la intervención de la filosofía en el campo de lo político sólo tiene sentido si se vincula a la idea del comunismo […] porque es la que mantiene vivo aquel deseo de refundación emancipatoria de la comunidad de lo humano, de recreación de lo que se llaman los lazos sociales, sobre la base de los efectos de verdad y justicia que el propio movimiento permanente sea capaz de producir. […]

Como suele decir León Rozitchner: cuando la sociedad no sabe qué hacer, la filosofía no sabe qué pensar. […] ¿Estamos en una etapa en que la sociedad no sabe qué hacer? No me parece. No me lo parece en el mundo en general, como es obvio, por este, como se dice, reverdecer de las primaveras populares […]. Pero no me lo parece tampoco en la Argentina, donde se sigue manteniendo una suerte de suspenso sobre la resolución de la crisis abierta en diciembre de 2001. Trato de explicarme: la “resolución” ha pasado por una recomposición del sistema político, y por lo que hemos llamado una relativa “normalización” burguesa […]. El gobierno, que en su momento pudo terciar entre las demandas de los sectores más oprimidos y las de las clases dominantes, hoy ha conseguido estabilizar el apoyo de las principales expresiones del poder económico […]. Todo esto ha ahuyentado, a mi juicio, cualquier peligro desestabilizador […].

Las batallas culturales de la hora actual se presentan bajo la forma de luchas binarias entre entidades homogéneas que no parecieran tener fisuras internas: el Estado contra el mercado, el gobierno contra el monopolio […]. De ninguna manera pretendo decir que eso no exista […] La cuestión es, por supuesto, la relación de ese momento con la totalidad, compleja y abierta, de lo que está en juego. […] los opuestos tienen muchos canales de comunicación subterráneos: puesto que hasta nuevo aviso estamos en la sociedad capitalista, el Estado no es el opuesto del mercado […] y el gobierno no siempre estuvo por principio contra el monopolio mediático; y Dios sabe que hay una porción no desdeñable de derecha dentro del espacio K. En segundo lugar, cada uno de esos bloques de oposiciones está atravesado trasversalmente por los conflictos estructurales de la sociedad: para decirlo brutalmente, por la lucha de clases. […] Es, de nuevo, un exceso que disloca esa imagen prolijita de los bloques homogéneos enfrentados […]. Es cuando emerge el exceso que las cosas realmente vuelven a su lugar, y entonces se puede apreciar que los enemigos en la batalla cultural eran menos irreconciliables de lo que parecían, puesto que tironeaban respetando las coordenadas de la misma lógica política […].

¿Quién representa, hoy, en la Argentina, ese exceso? Ciertamente no los partidos políticos del propio modelo […]. ¿Quién, entonces? Muchos, muchísimos sectores de la clase obrera, del pueblo, de los todavía excluidos, de la juventud o de la intelectualidad, que no necesariamente se reconocen en una misma denominación política, partidaria, o siquiera ideológica, pero que en su lucha cotidiana actúan de hecho su interrogación crítica de los límites del modelo. […] Hay muchísimo a la izquierda del kirchnerismo –si es que por ese nombre entendemos a un gobierno- y una buena parte está todavía dentro del kirchnerismo –si es que por ese nombre queremos entender también un espacio que tiene sus propios excesos […].

Y es que la Argentina, por suerte, es una sociedad repleta de excesos […]. Hace pocos días, en Neuquén, una parte de la sociedad local cometió un exceso: un obrero de una fábrica recuperada fue elegido como representante […]. Y bien, algunos hemos decidido apostar a que haya más excesos. Un frente de izquierda es un exceso, o puede serlo, depende lo que hagamos con él. […] Puede transformarse en ese exceso que disloque la imagen hegemónica de lo que se quiere hacer aparecer como la batalla cultural última. […] En esa diferencia radical que no se conforme con ser la izquierda del modelo, sino que muestre que hay otros modelo […] ¿Será, como nos dicen algunos, una causa perdida? Pero es que así está mal planteado. Una causa lo es de un deseo, y es el deseo lo que no se puede perder.

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