“Nosotros que hemos sido frentistas como demostramos haciendo Izquierda Unida, y yo misma compartí la banca para demostrarle a los otros sectores que era posible hacer la unidad, intentamos avanzar haciendo una convocatoria general para hacer mas unidad, pero la verdad es que hay otros sectores de la izquierda que están convencidos que esa construcción cerrada, dogmática y auto-proclamatoria está bien y que tiene que ser 100% de izquierda.

Nosotros estamos convencidos que eso no va más y que hay que hacer una alternativa amplia, con sectores independientes, alrededor de un programa de salidas para el país. Por eso le propusimos a Pino Solanas avanzar y hacer un frente donde confluyéramos los dos sectores, los que venimos desde la izquierda y los sectores “nacionales y populares” que representa Pino; y los resultados electorales muestran que lo nuevo hubiera sido esta confluencia”.

Vilma Ripoll respondió así a la pregunta del periodista de C5N sobre la división de la izquierda y el frustrado frente con Solanas. En algo tiene razón Ripoll: el derrotero del MST (desde IU hasta el reciente fracaso electoral) es una muestra del agotamiento del planteo de “la unidad de la izquierda” en general. Por ello, la unidad está planteada en términos de izquierda clasista. La “unidad de la izquierda” sin delimitación de clase (como fue IU), lleva, para ser consecuentes, a la unidad con la centroizquierda. Este es el derrotero lógico, además, si lo que se persigue es “diputados para apoyar las luchas” prescindiendo de la construcción de un verdadero partido con independencia de clase arraigado en las propias luchas. Por el contrario, la práctica del MST en la lucha de clases es la conciliación; como lo muestran en el terreno de las alianzas sindicales que promueven desde el MIC con sectores burocráticos de la CTA.

Este coqueteo con la centroizquierda llevó a que Solanas absorbiera en la capital la gran parte de los votos de Izquierda Unida y Patricia Walsh.