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Internacional

FRENTE A LOS PRIMEROS EFECTOS DE LA CRISIS MUNDIAL, UN HECHO NUEVO

El proletariado industrial francés comienza a levantar cabeza

Oleadas de despidos, desocupación parcial, cierre de empresas. Los efectos de la crisis capitalista mundial ya se hacen sentir fuerte entre los trabajadores de Francia, con 243.400 desocupados más desde principios de año y cerca de medio millón desde agosto de 2008, a lo que hay que agregar 146.000 trabajadores que sufren desempleo parcial [cifra del último trimestre de 2008]. Para el año en curso ya se prevén 639.000 desocupados más, o sea 1.750 por día.

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4 de junio 2009

Oleadas de despidos, desocupación parcial, cierre de empresas. Los efectos de la crisis capitalista mundial ya se hacen sentir fuerte entre los trabajadores de Francia, con 243.400 desocupados más desde principios de año y cerca de medio millón desde agosto de 2008, a lo que hay que agregar 146.000 trabajadores que sufren desempleo parcial [cifra del último trimestre de 2008]. Para el año en curso ya se prevén 639.000 desocupados más, o sea 1.750 por día.

Frente a esta catástrofe social que recién empieza, los trabajadores privados, sobre todo los obreros industriales que prácticamente habían estado ausentes en los últimos procesos de la lucha de clases en Francia, comienzan a responder. Su presencia masiva en las jornadas de acción del 29 de enero y del 19 de marzo, pero sobre todo la oleada de huelgas y conflictos con métodos radicales como el secuestro de patrones y dirigentes en las fábricas lo atestiguan.

Estos conflictos, aunque defensivos desde el punto de vista reivindicativo, expresan una respuesta casi inmediata de los trabajadores a los efectos de la crisis en Francia y una radicalización creciente de sus métodos de lucha. Esta primera etapa de resistencia obrera es más avanzada en Francia que en ninguna otra parte del mundo y es un elemento alentador frente a los desafíos que se les plantearán a los trabajadores en los próximos meses y años.

La burguesía y el gobierno son conscientes de esto, lo que explica por un lado ciertas concesiones acordadas en algunos sectores, a pesar de la mala situación económica, y por el otro, de la vacilación del gobierno para desatar una represión más dura.

La colaboración de las direcciones sindicales y su estrategia de agotar las energías de los trabajadores en jornadas de acción aisladas, y en la mayoría de los casos sin huelga, es determinante hoy para desviar la dinámica hacia una convergencia de estas peleas que, aliándose a los sectores públicos y de la juventud en lucha, podía llevar a una huelga general.

No es casualidad que Fran˜çois Fillon diga, en polémica con su predecesor Dominique de Villepin: “Los sindicatos a veces son más responsables que algunos políticos que hablan de nuestro país como si estuviera en una situación prerrevolucionaria”. Es precisamente la dinámica hacia el inicio de una situación de este tipo, que las direcciones tratan (y por el momento logran) de bloquear.

En este artículo intentaremos trazar, a grandes rasgos y con algunos ejemplos, sus potencialidades y sus límites, las características de esta primera oleada de huelgas que ha sacudido al país y que anuncia un probable ascenso de la lucha de clases, y en particular de la clase obrera, frente a la crisis capitalista mundial.

Una oleada de la periferia hacia el centro (de la producción)

En la industria automotriz, uno de los mayores bastiones de concentración obrera en Francia, si bien por el momento la patronal logra evitar movimientos sociales más importantes en los grandes fabricantes, sobre todo con la desocupación parcial financiada por el Estado que pospone olas de despidos masivos. Las autopartistas (que funcionan como variable de ajuste del sector automotriz), tienen un gran número de conflictos en todo el país: Faurecia, Lear, Valeo, Tr˜éves, Visteon, Molex, Delphi, Akebono, Key Plastics, Préciplast, ThyssenKrupp Sofedit, Sonas, Wagon, IGA, Rieter, Eurostyle, Plastic Omnium, Simold˜és, Inoplast, Sodimatex son ejemplos de esto.

Estos conflictos, a veces largos, tienen consecuencias directas e importantes en la producción de los fabricantes de autos. El caso más notorio es la autopartista Lear en Lagny-le-Sec en l’Oise, donde la huelga, que lleva más de seis semanas, acumuló 15.000 autos invendibles que han colmado el parking de Peugeot-Citroën Aulnay. Sin embargo, otras regiones importantes como Sochaux y Mulhouse tienen su producción prácticamente paralizada por la huelga de Vistéon en Rougegoutte, después de haber sido fuertemente perturbada en marzo por la huelga de la fábrica Key Plastics en Voujeaucourt.

Pero las huelgas en las autopartistas no afectan solamente la producción de estas empresas. La huelga de Faurecia en Auchel causó la de Toyota en Onnaing, porque provocó un aumento de las jornadas no trabajadas por el desabastecimiento, generando considerables pérdidas de salarios para los obreros de Toyota. Estos vieron además cómo los trabajadores de Faurecia conseguían un adelanto de las primas de participación de las ganancias de 1.000 euros, luego una indemnización por perjuicios de 2.000, euros una demostración de la eficacia del método de la huelga. Y el efecto contagio no se detuvo allí: algunos días después, la autopartista Sismold˜és entró en huelga por las mismas reivindicaciones de los obreros de Toyota.

Y este proceso también se desarrolla en los proveedores de los grandes grupos fabricantes como el de Peugeot-Citroën Saint Ouen. En abril en Saint Ouen, los obreros, que no hacían huelga desde 1983 pararon en un 80% en contra de compensar durante el sábado los días no trabajados que, para mayo se anunciaban hasta cuatro sábados. Después de 14 horas de huelga, los asalariados obtuvieron la reducción a un sábado obligatorio por mes, el aumento de la prima por día de RTT1 trabajado y el pago de las horas de huelga.

La huelga de Toyota plantea de manera embrionaria el problema de quién paga la crisis

Un director general que habla demasiado. Es lo que faltaba para hacer estallar la bronca de los obreros de Toyota en Onnaing a principios de abril. Cuando el patrón dijo con respecto al desempleo parcial “es preferible reventar que pagar a 100 %”, mientras los obreros iban a perder de 200 a 300 euros en los sueldos de abril, fue la gota que colmó el vaso.

Al principio, no eran más que 60, en una fábrica de 3.000 obreros. Pero poco a poco arrastraron a los demás: 4 días después del comienzo del conflicto ya eran 400 en huelga por el pago de los días no trabajados al 100%. Esta reivindicación tenía el mérito de plantear el problema central de quién paga los costos de la crisis: los patrones o los obreros.

Se formó un comité de huelga y se decidió bloquear con piquetes de huelga los 4 accesos a la fábrica, causando el cese de toda la producción. Resultado: el pago de los días no trabajados al 75% del salario bruto, incluidas las primas, o sea, el 95% del salario neto, con efecto retroactivo al 1 de febrero y sin compensación (de días).

Aun cuando la huelga no pudo imponer el pago de los días no trabajados, sino solamente su escalonamiento en varios meses, la huelga de Toyota muestra que en la situación actual, incluso una huelga minoritaria, con métodos firmes, puede hacer retroceder a la patronal, espantada por el riesgo de contagio en una región muy afectada por movimientos sociales contra los despidos y las suspensiones. En la misma semana, el gobierno y la patronal, inquietos por la agitación obrera, decidieron aumentar preventivamente la indemnización del desempleo parcial para todos los obreros.

Caterpillar: ¿Anuncio de una crisis mayor entre los obreros y sus direcciones?

La planta en Grenoble del grupo norteamericano de maquinaria para la construcción era modelo, reconocida como uno de las más productivas de las 174 que tiene el grupo en distintos países. Pero durante estos últimos meses fueron el impasse de las negociaciones de su plan social, las acciones radicales de los obreros y los conflictos entre estos y los dirigentes sindicales, lo que le dieron fama a la fábrica.

Los trabajadores que siempre habían trabajado como locos para asegurar los altos niveles de producción de la empresa y llegaban a decir con orgullo que tenían la sangre amarilla (por el color de la marca Caterpillar), en enero recibieron muy mal el anuncio de un plan social catastrófico que apuntaba al despido de más de 5.000 asalariados a nivel mundial, 733 de ellos de Grenoble. Además, este anuncio se hace después de años durante los que la planta funcionaba a pleno, con un gran crecimiento, lo que había llevado a la contratación de aproximadamente 500 trabajadores.

En este marco se origina el conflicto. A fines de febrero, los obreros crean un comité de huelga que a fines de marzo decide secuestrar a cuatro gerentes y al patrón de la empresa. A mediados de abril, la intersindical acepta un acuerdo con los patrones para reducir los despidos de 733 a 600, a cambio de una reorganización de horarios de trabajo de los obreros que deberían trabajar más a la noche para aumentar la productividad.

Alrededor de 200 asalariados de Grenoble y Echirolles, enojados con el acuerdo de fin del conflicto firmado en París, interrumpen la asamblea general de los sindicatos. Los delegados sindicales que llegaron de París después de 9 horas de negociaciones con la dirección, no son autorizados por los trabajadores a entrar en la sala en donde iba a realizarse la asamblea general. “Ahora somos nosotros, los obreros, los que decidimos, ya no son los delegados”, declaró un manifestante enojado.

Entonces, los dirigentes tratan de hacer pasar el acuerdo llamando a un referéndum, pero esto es rechazado por la mayoría de los obreros. En el momento en que escribimos este artículo, el conjunto de los sindicatos -excepto la CGT- acaban de firmar el acuerdo, contra la opinión de los obreros y sin cuestionar las sanciones contra 19 trabajadores, bajo la forma de un “acuerdo-marco”, que debería ser votado en su forma definitiva en octubre. Durante la asamblea que se hizo luego, el secretario del Comité de empresa, representante de FO (Force Ouvri˜ére), tuvo que huir frente a la bronca de los trabajadores.

Si los 600 despidos terminan pasando será evidentemente una derrota importante. Pero sin duda dejará muchas lecciones sobre la política de las direcciones sindicales.

Métodos radicales, programa no tanto

Actualmente, los directores de recursos humanos de las fábricas en Francia les aseguran una nueva capacitación a los gerentes y dirigentes: la de cómo reaccionar frente a un secuestro por parte de los obreros. Este hecho muestra bien la generalización de este método radical, y algunos ejemplos de esto fueron los casos de Sony, Molex, Caterpillar y 3M y que en un momento contó con el apoyo en las encuestas de un 45% de la población.

Sin embargo, hoy los obreros que utilizan estas acciones bastante espectaculares lo hacen, en la mayoría de los casos, levantando reivindicaciones muy defensivas, como el aumento de indemnizaciones por despido o la sola apertura de negociaciones con los patrones, que a veces se encuentran a un océano de distancia. También es una manera de llamar la atención sobre conflictos frecuentemente anónimos, sumergidos en la oleada de despidos que sufre el país.

En Continental, en Clairoix, no hubo patrones secuestrados, el director general recibió huevazos en la cabeza el día que intentó explicar a los obreros reunidos en asamblea las razones por las cuales el establecimiento cerraría dejando más 1.000 familias en la calle, luego de que los obreros habían aceptado algunos meses antes pasar a 40 horas supuestamente para salvar la fuente de trabajo.

Por el contrario, cuando esos mismos obreros, -que acampaban en las oficinas de la sede del Gobierno Federal en Compi˜égne a la espera del resultado del juicio por su demanda de anulación del cierre de la planta de Clairoix- se enteraron de la negativa emitida por el tribunal, estalló la bronca acumulada y saquearon la subprefectura, antes de ir a la fábrica y hacer algo similar.

Tras más de dos meses de lucha, la dirección de Continental acaba de anunciar une concesión que asegura los contratos de trabajo (y por ende, los salarios) de los obreros hasta fines de 2011, un plan de desocupación que garantiza un 75% del pago hasta 2014, además de una indemnización de 50.000 Euros netos más un plus por año de antigüedad. Este acuerdo, que se debe firmar en el curso de la semana representa una concesión de la patronal para quebrar esta lucha emblemática de un sector de la clase obrera de Francia endulzando el cierre de la fábrica y evitando una mayor radicalización política que podría consistir en un jalón de subjetividad para el conjunto de la clase obrera, francesa y europea.

Los “Contis”, como se suele llamar a los obreros de Continental, se convirtieron en un símbolo de la tragedia que comienza a afectar al conjunto de la clase obrera en Francia. Si hubieran llamado a una convergencia de las luchas actuales en un combate nacional contra los despidos y para hacer que la crisis la paguen los capitalistas, eso hubiera podido representar un enorme paso adelante hacia la ruptura del aislamiento y el control de las direcciones burocráticas.

Este ejemplo basta para ver la brecha existente (de la que hablamos antes) entre la radicalización metodológica y, por el momento, la falta de una radicalidad política que permita a los obreros superar la situación actual que es un poco de “sálvese quien pueda”.

De la misma manera, si en lugar de hacerlo para cobrar mejores indemnizaciones, los obreros hubieran ocupado las fábricas y las hubieran puesto a producir ellos mismos, exigiendo su expropiación sin pago y bajo control obrero, como lo han hecho los obreros de Zanon, la situación sería totalmente diferente.

Que una fábrica como Continental tomara este ejemplo hubiera impedido que la patronal quebrara la lucha con una concesión financiera -que si bien mejora las condiciones, deja de todas maneras más de 1.000 obreros sin trabajo en una situación de crisis aguda- y podría tener un poderoso efecto de ejemplo sobre el conjunto de los obreros golpeados por la crisis, los despidos masivos y los cierres de fábricas.

Esto no es más que un inicio...

Hoy, este movimiento de huelgas obreras que ha recorrido el país, junto al de las universidades, los trabajadores de las empresas de electricidad EDF-GDF, los trabajadores de los hospitales parece dirigirse hacia un desvío –en gran parte, gracias a la política de colaboración de las direcciones sindicales– lo que impide dar un salto cualitativo convergiendo a nivel nacional y planteando el problema de la huelga general, dinámica que, como decíamos al comienzo de este artículo, podría abrir una situación prerrevolucionaria.

Pero más allá del resultado de esta primera oleada de huelgas, el hecho de que después de años la clase obrera industrial salga a luchar, en el marco de la crisis histórica del capitalismo mundial que traerá aún más despidos y cierres de fábricas, puede estar anunciando una nueva etapa en la lucha de clases en Francia y en el mundo.

En este marco, hoy más que nunca, la intervención del NPA en la clase obrera, aportando una perspectiva y un programa que transforme la bronca en ofensiva política contra el conjunto de la clase capitalista, se vuelve un elemento fundamental.

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