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Obituario

Ha muerto el compañero Ernesto González

El martes 17 a la mañana nos enteramos de la triste noticia de la muerte de Ernesto. El era un marxista revolucionario que se reivindicaba trotskista. Como tal, participó desde 1952, como dirigente de la corriente fundada por Nahuel Moreno, entremezclándose su vida personal y política con los avatares de su movimiento.

Emilio Albamonte

19 de julio 2007

El martes 17 a la mañana nos enteramos de la triste noticia de la muerte de Ernesto. El era un marxista revolucionario que se reivindicaba trotskista. Como tal, participó desde 1952, como dirigente de la corriente fundada por Nahuel Moreno, entremezclándose su vida personal y política con los avatares de su movimiento.

Nacido a mitad de la década del 20 del siglo pasado –hoy contaba con más de 80 años de edad- fue parte del puñado de estudiantes, trabajadores e intelectuales que en la década del 50, cuando el stalinismo era poderoso a nivel internacional y aún tenía peso en nuestro país (cuyo movimiento obrero se había hecho peronista), abrazó las ideas del gran revolucionario ruso León Trotsky, dirigente de la Revolución de Octubre en Rusia, fundador del Ejército Rojo, de la Tercera y luego de la Cuarta Internacionales.

En este obituario intentaremos explicar la importancia de la vida y el legado de Ernesto para compañeros y compañeras trabajadores y estudiantes que, a diferencia de quien escribe, no se beneficiaron directamente de sus enseñanzas y no lo tuvieron como punto de referencia político e intelectual.

No basta decir que tuvo el mérito de ir contra la corriente cuando la gran mayoría de la intelectualidad de izquierda cedía al peronismo o se hacía “gorila” entrando a la socialdemocracia o al stalinismo. Su biografía política comienza como estudiante en la Universidad Nacional de La Plata donde es ganado por Nahuel Moreno y un tiempo después se recibiría de profesor de Historia. Posteriormente, aplicando una táctica común en esa época, siendo los trotskistas una pequeña minoría, entró a trabajar en uno de los grandes frigoríficos de Avellaneda- la Blanca- que en esa época tenía miles de trabajadores. Es ahí, donde hizo sus primeras armas como dirigente sindical y político.
No haremos aquí todo el recorrido de su trayectoria que, como dijimos se emparenta con los avatares de su corriente. Es suficiente recordar que, en 1964 fue enviado por su grupo Palabra Obrera a Tucumán, donde se daban las grandes luchas contra el cierre de los ingenios, y donde la corriente morenista hacía un primer intercambio de experiencias con el FRIP de Mario Roberto Santucho, que un año después se unificaría en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). En 1967 este proyecto estallaría y, a partir de ahí, Ernesto sería dirigente del PRT-La Verdad fundado en 1968, del PST entre 1972 y 1982, y del MAS, la experiencia de construcción de partido más importante que tuvo la corriente morenista en la década del ’80 hasta principios de los ’90.

En varios períodos Ernesto fue dirigente de las distintas corrientes y grupos internacionales que fundó el morenismo, desde las oposiciones conjuntas con el SWP norteamericano a la dirección del Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional, dirigido por Ernest Mandel y Livio Maitan, hasta la conformación, a principios de los ‘80, de una corriente propia en el trotskismo internacional denominada Liga Internacional de los Trabajadores (LIT). En su carácter de dirigente internacional vivió en Perú, Colombia y España.

Luego de la desaparición del MAS como partido unificado en 1992, siguió varios años militando en una corriente que mantuvo el mismo nombre hasta su ruptura hace pocos años con un grupo de compañeros.
Ernesto se mantuvo activo hasta el final de su vida, no sólo en el terreno intelectual sino en la vida política. Su última acción fue presentarse como candidato a diputado en la Ciudad de Buenos Aires por el Frente de Izquierda Socialista y Revolucionaria.

Nuestros caminos se habían separado hace casi 20 años, en 1988, cuando se produce nuestro proceso de ruptura y expulsión del MAS, que anticipó en unos años la desaparición de ese partido y la crisis de su corriente internacional.

Los que hoy conformamos el PTS y la Fracción Trotskista-Cuarta Internacional (FT-CI) hicimos una reevaluación muy crítica de la corriente morenista del movimiento trotskista, a la cual Ernesto defendió, aportando sus mejores energías, hasta su muerte.

Pasadas las amarguras de los primeros años de ruptura y alejamiento, tuvimos la alegría de reencontrarnos con Ernesto, al que aun en los momentos más acres siempre reconocimos como un revolucionario cabal, con una alta moral militante.

Generosamente, Ernesto (y otros dirigentes de la corriente morenista) acordaron formar parte de un comité de patrocinio del Centro de Estudios, Investigaciones y Publicaciones León Trotsky, que impulsamos desde el PTS. Incluso contamos con su presencia en la II Conferencia de la FT-CI, en el año 2004 en Buenos Aires. Así también, tuvimos oportunidad de compartir con Ernesto la colaboración con el periódico obrero de los trabajadores de Zanon y el Sindicato Ceramista de Nequén, Nuestra Lucha, donde él escribió sobre su visión del clasismo de los 70.

Más allá de esta recorrida a vuelo de pájaro de un revolucionario que se reclamaba trotskista y que militó durante 55 años en las filas de nuestro movimiento, querríamos detenernos en su aporte intelectual específico.

Continuidad y discontinuidad de la tradición de la IV Internacional

Los que conformamos el PTS y la FT-CI consideramos que luego de la Segunda Guerra Mundial el movimiento trotskista se dividió en una miríada de agrupamientos nacionales e internacionales, donde ninguno de ellos, a nuestro modesto entender, reflejaban la continuidad plena, ni teórica, ni política, ni programática, del trotskismo. Más aún, definimos que esas corrientes se adaptaban al mundo dividido en dos bloques, uno capitalista dominado por Estados Unidos, otro stalinista dominado por la burocracia de Moscú e integrado por países que habían expropiado al capitalismo pero que no constituyeron verdaderos estados obreros revolucionarios en la tradición del marxismo clásico. En forma algo provocadora, llamamos a las corrientes trotskistas de la posguerra como “trotskismo de Yalta”, queriendo significar la adaptación de estas corrientes a la socialdemocracia, al stalinismo o a los movimientos nacionalistas burgueses y pequeñoburgueses que constituían las direcciones reales del movimiento de masas.

Sin embargo, nos distinguimos de otras corrientes que también hicieron una evaluación crítica del trotskismo en la posguerra, por sostener que, en las distintas corrientes hubo elaboraciones teóricas y experiencias rescatables, imprescindibles para todo aquel que pretenda continuar y recrear el marxismo revolucionario en la actualidad.

Dijimos entonces que hay “hilos de continuidad”, es decir, posiciones y experiencias valiosas en corrientes que, de conjunto, no acertaron el rumbo y que en muchos casos se convirtieron en verdaderos obstáculos para construir partidos obreros revolucionarios.

La importancia de la tradición

De igual manera, y apoyándonos en Trotsky, hemos sostenido que aquellos que nos insubordinamos contra la sociedad capitalista basada en la explotación del hombre por el hombre, también nos reivindicamos de una tradición. Negamos así las posiciones populistas o ultras que opinan que hay que destruir todo lo pasado para ser verdaderos revolucionarios. Trotsky, discutiendo en el libro “Literatura y Revolución” contra los futuristas, una importante corriente de vanguardia en la cultura rusa, decía: “Nosotros, marxistas, vivimos con las tradiciones y no por ello dejamos de ser revolucionarios. Hemos estudiado y guardado vivas las tradiciones de la Comuna de París desde antes de nuestra primera revolución. Luego se les han añadido las tradiciones de 1905, con las cuales nos hemos nutrido para preparar la segunda revolución. Remontándonos más lejos, hemos vinculado la Comuna a los días de junio de 1848 y a la gran revolución francesa. En el terreno de la teoría nos hemos fundado, a través de Marx, en Hegel y en la economía clásica inglesa. Nosotros, que fuimos educados y entramos en el combate en una época de desarrollo orgánico de la sociedad, hemos vivido en las tradiciones revolucionarias”. Más adelante, afirma que el precio a pagar por no crecer a partir de la asimilación crítica de estas tradiciones es volver al pensamiento burgués. Es decir que, para Trotsky, una verdadera posición revolucionaria no puede desechar sin más las corrientes que lo precedieron bajo pena de volver al pensamiento tradicional, es decir a la ideología burguesa.

Quizás así se comprenda la dialéctica que intentamos establecer entre nuestra crítica radical al “trotskismo de Yalta”, incluida la corriente morenista de la cual provenimos, y nuestro estudio apasionado de la historia de ese movimiento, de sus discusiones políticas y posicionamientos frente a los procesos revolucionarios, como la gran revolución china de 1949, la revolución cubana y, en nuestro país, sin ir más lejos, nuestro estudio de la acción de las corrientes políticas, de izquierda en general y trotskistas en particular, frente al gran ascenso revolucionario de la década del ’70, como está expresado en el libro “Insurgencia Obrera en Argentina 1969-1976”.que acabamos de editar.

Lo más importante del legado intelectual de Ernesto

Su ejemplo personal posiblemente perezca junto a los que nos hemos beneficiado de sus enseñanzas y de su calidad como revolucionario. Sin embargo, una larga experiencia militante es recorrida en sus cinco volúmenes ya editados, y el sexto que estaba en preparación, de la “Historia del trotskismo obrero e internacionalista en Argentina”. Este es un intento, más allá de sus límites, de describir las relaciones de una corriente que se reclama marxista con la gran tradición combativa de la clase obrera de nuestro país. Los luchadores obreros y estudiantiles de hoy se beneficiarán ampliamente de una lectura crítica de esos libros donde Ernesto liga las distintas situaciones internacionales y nacionales a los grandes combates de clase, como los dados en los orígenes del peronismo, los de la resistencia peronista o los del proceso que llevó al Cordobazo, y las posiciones internacionales y nacionales que defendió la corriente de la que él fue uno de los principales dirigentes.

Un dicho famoso afirma “quien no aprende de la historia está condenado a repetirla”. Quien no estudie los análisis, caracterizaciones y luchas políticas y teóricas de nuestra historia que se pueden encontrar en historiadores marxistas tan diferentes como Liborio Justo, Milcíades Peña u otros, le resultará prácticamente imposible orientarse en el presente y en las grandes convulsiones por venir. Las nuevas generaciones revolucionarias sacarán provecho de los puntos fuertes de estos trabajos y superarán dialécticamente sus limitaciones e inconsecuencias.

La obra histórica de Ernesto González se inscribe con todo derecho en esta tradición que, tomando partido por los explotados, narra un intento de relacionar al marxismo con las grandes luchas de la clase trabajadora.

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