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La Iglesia, la droga y los pobres

En un reciente documento titulado “La droga en las villas: despenalizada de hecho”, el Equipo de Sacerdotes de Villas de Emergencia, un grupo de curas “progresistas” seguidores del sacerdote Carlos Mugica, expresaron su preocupación porque “la droga esta instalada con fuerza en las villas miseria de la ciudad”, dado que proliferan las llamadas “zonas liberadas”. ¡Toda una revelación!

Miguel Raider

9 de abril 2009

En un reciente documento titulado “La droga en las villas: despenalizada de hecho” (1), el Equipo de Sacerdotes de Villas de Emergencia, un grupo de curas “progresistas” seguidores del sacerdote Carlos Mugica, expresaron su preocupación porque “la droga esta instalada con fuerza en las villas miseria de la ciudad”, dado que proliferan las llamadas “zonas liberadas”. ¡Toda una revelación!

Claro que no resulta ociosa la falta de preocupación de la Curia respecto del consumo de drogas en los barrios paquetes donde residen las familias acaudaladas. Es un secreto a voces que los ricos y famosos de la farándula celebran festicholas donde circulan el alcohol y las drogas ilegales al por mayor, compartidas por empresarios y personalidades de la cultura, la política y el deporte. Incluso, los hijos de la gran burguesía consumen exclusivamente las drogas sintéticas más sofisticadas y de mejor calidad, importadas desde las grandes metrópolis imperialistas. Como sostienen los profesionales más serios en la materia, las drogas constituyen una problemática social que atraviesa a toda las clases sociales.

El “desliz” de la Iglesia no brotó producto de la ignorancia sino de la adhesión a la campaña reaccionaria contra los pobres, mediante la asociación de las drogas y la pobreza como signos determinantes de la delincuencia, una sentencia falaz que no guarda fundamento empírico en las estadísticas. Un informe de la SEDRONAR (Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico) destaca que el consumo de drogas es “un factor adicional (...) posterior a la iniciación en el delito”, en tanto resulta frecuente que los delincuentes “confiesen el delito cometido bajo el efecto de drogas para conseguir penas menos severas” (2). La participación de la Iglesia en la campaña de mano dura quedó patentada en la marcha de la seguridad en Plaza de Mayo, cuando el sacerdote Guillermo Marcó acusó a los pobres porque “te matan por $20”, deslizándose hacia la exigencia de la pena de muerte (después de todo, “de los pobres será el reino de los cielos”)

Ilegalidad para los pobres

Resulta tan evidente la saña ideológica contra los pobres, que el documento afirma que “se despenalizó el consumo de drogas en las villas”, una mentira insostenible, pues las cárceles están llenas de jóvenes pobres detenidos por tener menos que un cigarrillo de marihuana. La SEDRONAR advierte que en el período enero-septiembre de 2004 se registraron 23.320 detenciones, de las cuales 16.456 corresponden a delitos por tenencia de estupefacientes protagonizados casi exclusivamente por jóvenes de extrema pobreza menores de 30 años (3). En la misma dirección, el Servicio Penitenciario Federal registra la tenencia de estupefacientes como la segunda causa de encarcelamiento, después de los delitos contra la propiedad, que afecta particularmente a los jóvenes pobres (4). En realidad, parece que “de hecho se despenalizó” el consumo de drogas en los barrios de los ricos, mientras la ilegalidad castiga a los sectores más vulnerables de la sociedad.

No inocentemente, la Iglesia omite el rol de la Policía y la Gendarmería en las “zonas liberadas” y su gerencia en la industria del narcotráfico, chantajeando a los “pibes chorros” a operar como pequeños distribuidores y delinquir en su favor, tal como denunció el joven Luciano Arruga, desaparecido desde el 31 de enero, tras ser secuestrado y golpeado salvajemente por la policía de Lomas del Mirador.

Nada parece interesarle a la Iglesia de la situación en los institutos de menores, donde los adolescentes indigentes son dopados con psicofármacos letales para mantenerlos privados de su libertad. En el Hospital Neuropsiquiátrico Infanto Juvenil Tobar García y clínicas privadas como Nuestra Señora de Luján permanecen encerrados varios adolescentes trastornados, sobremedicados con drogas ansiolíticas para aislarlos de los espacios de recreación (5).

La hipocresía de la Iglesia no es más que el veneno ideológico de la clase dominante para mantener el control social sobre los pobres, acorde a las necesidades de la campaña de mano dura de la derecha y el plan de seguridad represivo lanzado por los Kirchner.

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