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Apuntes sobre la juventud y la política

La generacion 2001

La muerte de NK ha suscitado hipótesis variadas de todo tipo a esta altura. A casi una semana hemos escuchado desde intentos de isabelizar a CFK hasta las repetitivas seissieteochescas idealizaciones de las gestiones de Néstor y Cristina.

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4 de noviembre 2010

por Hernán (Mané G)

La muerte de NK ha suscitado hipótesis variadas de todo tipo a esta altura. A casi una semana hemos escuchado desde intentos de isabelizar a CFK hasta las repetitivas seissieteochescas idealizaciones de las gestiones de Néstor y Cristina. En el medio, el juego político mezcla también a todos aquellos que pensaban en tener juego propio, los Moyano, los otros burócratas sindicales, los intendentes del Conurbano (viejos zorros que parece que ahora con viento K a favor se dividen entre los K, los casi K y los que vuelven a ser K). Veremos si CFK logra aglutinar detrás del ahora más probable triunfo electoral a todos aquellos que hasta hace días le querían limitar los espacios de poder y demás.

Aquí quería referirme a un debate también recurrente en estos últimos días y es el de la juventud y la política. Me muevo a escribir también porque ayer leía unas líneas de una persona que es justo justo mi generación (y que tuve el gusto de conocer y hace tiempo ya que no veo), esa de los jóvenes de más de 25 y menos de 30 que sufrimos horriblemente esa tierra arrasada que fue vivir la adolescencia en la década del 90. La leía en Pagina/12 del lunes 1 de noviembre a Bárbara Caletti Garciadiego decir Algo vino a cambiar diametralmente desde la asunción de Néstor Kirchner. Y supongo que es debido a que sólo resignificando a la política, devolviéndola al lugar que se merece su más grande e importante legado, que la participación y el involucramiento político de cada uno cobra un sentido distinto y no pude más que mandarme a escribir.

Nosotros mamamos la derrota restauradora que empezó en el 76 en la Argentina con el asesinato de 30.000 cuerpos y mentes, que luchaban revolucionariamente por cambiar la sociedad, y que se fue consolidando durante las décadas siguientes, haciéndonos creer que no se podía pensar más que en lo mínimo, lo indispensable y lo inmediato (de hecho todavía recuerdo todo lo el esfuerzo que me costó entender cuando una profesora de química nos hizo conocer la cita del Mayo Francés: pedir lo imposible, no me entraba en la cabeza, era casi otro paradigma).

Recién a fines de la década del 90 empezamos a poder descontracturar nuestros músculos y a despertar algo de rebeldía juvenil. Algo tenía que existir. A vuelo de pájaro me vienen a la mente las imágenes cuando durante el menemismo marchábamos contra la LFE, o rememorando la noche de los lápices y ya con De la Rúa contra los ajustes de López Murphy. El país era pobreza y desocupación y había cada vez más bronca. Pero aún no era suficiente para cambiar. Hasta acá llegaron mis reflejos defensivos.

Pero algo estaba cambiando en las profundidades del país. Toda esta experiencia de lucha no había sido en vano. Y esto ya nadie lo pudo ni podrá negar después del 19 y 20 de diciembre. Recuerdo estar cenando mientras se declaraba el estado de sitio y fue casi espontáneo que fuimos todos a juntarnos en la esquina. Y éramos cada vez más. Y empezamos a marchar para el centro. Y mis viejos hicieron 20 cuadras y se volvieron. Y yo que no militaba (por lo menos no lo creía así) decidí seguir. Caminando solo todas esas cuadras pero con la fortaleza que te dan los miles que surcaban las calles desde todos lados. El mar de gente emocionaba de verdad. Nos corrían y volvíamos. Y así comenzábamos a ser parte de la Historia. Esa que nos habían dicho estaba reservada sólo para los políticos y la farándula y en la que ahora las masas enojadas reclamaban su lugar.

Y el 20 fue el clímax. Todos quedamos impactados por la resistencia heroica a la represión, las piedras contra los gases y las balas de esta democracia que se defendía como podía, a los tiros, la caballería popular de los motoqueros y las barricadas. Así empezamos a cambiar el sentido de la flecha y escribir un capítulo más de la historia de los de abajo, de los trabajadores y del pueblo. Y el presidente se tuvo que ir en helicóptero.

Y uno se considera parte de esa juventud que se despertó así. La que sufrió en su propio ser la bronca y el dolor por los asesinatos de Maxi y Darío, la que se fundía con el movimiento piquetero, le dio vida a las asambleas y se jugó con todo por las fábricas recuperadas, enfrentando de nuevo la represión, como en Brukman y en Zanon. Y todo esto mal que le pese a aquellos que intentan hoy hacernos creer que antes del 2003 y la asunción de NK no había nada. Vaya operación.

Más allá del dolor que causó la muerte de NK en tanta gente, no puedo evitar seguir escribiendo. O quizás por eso lo hago. El gobierno de NK llegó a intentar encausar ese clima de transformación que reinaba en aquellos días. Ese es el rol que quiso jugar desde 2003. Así consiguió recomponer la figura presidencial y la autoridad del Estado. Así, la derogación de las leyes de impunidad y las mejoras en el empleo vinieron a contener y desviar el clima 2001 apoyándose en un viento de cola de la economía mundial. Fue lo que tuvo que ceder la clase dominante argentina para no tener que perder cada vez más y fue lo que ayudó a tallar en las cabezas de muchos esa maldita idea donde sólo se puede pensar en la miseria de lo posible (y me acuerdo de mi profesora de química de nuevo).

Por esto, no puedo más que estar enfrentado contra una clase que mantiene 9000 policías bonaerenses que actuaban durante la dictadura, un proyecto cuya columna vertebral (Aníbal dixit) es un modelo sindical que amenaza y acaba hasta asesinando a los trabajadores que pretenden organizarse por sus derechos. Una coalición que cuenta además con los barones del Conurbano, pero también con las grandes cerealeras y empresarios como Franco M y Cristiano R. No, con éstos yo no tengo nada que ver. Paso. También podemos recordar la represión en Kraft en 2009 o la militarización de Las Heras cuando la huelga petrolera, pero no es necesario más aquí… que otro vaya a intentar decirle a la juventud que tiene que satisfacerle apoyar a empresarios así, punteros mafiosos y sindicalistas que viven de los trabajadores, que se separaron de ellos hace rato para formar una capa con intereses propios.

Es necesario dar esta batalla ideológica fundamental. Aquéllos que entramos a la vida política y nos conmovimos con las movilizaciones populares que tiraron un presidente seguiremos batallando para discutir con todos aquellos que nos quieren hacer creer que la democracia es votar cada 2 o 4 años (¿esto sería volver a creer en la política?). Yo prefiero mirar a todos aquellos delegados y comisiones internas (y sindicatos como el SOECN) y en la juventud que nació a la vida política con el 2001 y aquella que se unió más tarde a los batallones que pelean junto al sindicalismo de base. Esto tampoco lo tolera ni Clarín ni la oposición que prefiere a un movimiento obrero manso y sereno. Seamos los que pedimos lo imposible, los que queremos construir una nueva sociedad sin explotación, basada en la autoorganización donde los trabajadores y el pueblo sean sujetos de una política clasista, los que tenemos una fe absoluta en el futuro de la humanidad. A esto apuesto desde mi militancia en el trotskismo hoy. Y esto no es una cuestión de purismo. Es sólo una cuestión de saber quiénes son mis aliados y quiénes pueden serlo en el futuro, pero sobre todo saber quiénes son mis adversarios y mis enemigos.

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