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Nacionales

La masacre no se plebiscita

17 de febrero 2005

El circo para relegitimar al alicaído Jefe de Gobierno ya está montado. Un grupo de ONGs, los restos del Frente Grande y hasta los kirchneristas de Barrios de Pie y Patria Libre suman esfuerzos solicitando firmas entre la población. Obscenamente se entremezclan con quienes desde la derecha, completan el escenario, Patricia Bullrich, López Murphy y la Ucedé. Aunque algunos estén por el sí y otros por el no, todos avalan la trampa de salvar el honor del gobierno y de instituciones corruptas mediante el plebiscito. Por su parte, Macri, está dejando correr la consulta sin pronunciarse.
El plebiscito fue presentado por Ibarra como la panacea de la democracia participativa. Pero el fraude ya está saliendo a la luz:
En primer lugar, el Tribunal Superior de Justicia dio hasta 12 meses para juntar las firmas (519.598, el 20% sobre las 2.597.993 personas empadronadas en la ciudad de Buenos Aires) por lo cual lo que llaman consulta al pueblo se convierte en una maniobra distraccionista y dilatoria en el tiempo para salir del paso de la crisis política provocada por la tragedia de Cromañón.
Por otra parte, para efectivamente poder echar a Ibarra a través del referéndum se necesita conseguir el apoyo del 50% de los electores inscriptos en el padrón, es decir 1.298.996 votos (y no la mitad de los que voten que obviamente son mucho menos). Si tomamos una elección donde participa el 70% (el promedio general de las elecciones en la Capital), lo que implica el voto de 1.837.333 personas, dado que la cifra requerida para que se vaya es de 1.298.996, el sí a la revocatoria debería contar con más del 70% de los votos emitidos. Un imposible. Lo que es propuesto a la mayoría de la población como un mecanismo para revocar a un gobernante es en realidad una maniobra para reafirmar su poder. 
Desde el PTS venimos denunciando que el plebiscito es una farsa en la que Ibarra se juega a legitimarse usando el voto popular para asegurar la impunidad de su gobierno. Distintos columnistas de Página/12 han intentado presentar a la consulta como una “salida” que invoca a la politización de la sociedad. Nada de esto: Cromañón puso en el centro la enorme responsabilidad política que le cabe a Ibarra como Jefe de gobierno en la tragedia; hizo saltar además los negociados entre su séquito de funcionarios y las cámaras del espectáculo, desnudando de paso a una Legislatura que gobierna al servicio de los capitalistas y donde las diferencias entre macristas e ibarristas se reducen tan solo a la pelea por el manejo de las “cajas” de los negociados. Buena parte de estas cuestiones pudieron conocerse por la voluntad y la denuncia de los familiares, por la movilización y la organización de los que siguen clamando por justicia. Y ninguna de estas cuestiones podrá resolverse con el plebiscito. La tan mentada politización de la que hablan los progresistas se reduce al mismo escenario de siempre: elegir por el mal menor para que no gane Macri. Así el plebiscito es uno de los típicos mecanismos bonapartistas (usados por tantas dictaduras para apuntalar sus gobiernos) -donde el pueblo terminará votando para que Ibarra se quede. Está claro: el plebiscito no es otra cosa que una trampa para disimular lo indisimulable, la culpabilidad política de Ibarra con la tragedia de 192 jóvenes asesinados a mansalva en Cromañón. 

Pacto de impunidad

Quienes sostienen a Ibarra son Kirchner y Duhalde. El apoyo no fue gratuito. El “progresista” para sobrevivir tuvo que poner a su gobierno bajo la supervisión del duhaldismo quien le impuso como Secretario de Seguridad, a Juan José Alvarez, un funcionario del riñón de la mafia bonaerense. Los plenos poderes que le otorgaron Kirchner e Ibarra, ya está mostrando sus frutos: código contravencional en mano aplicando la represión policial contra los vendedores ambulantes (como pasó en Plaza Francia) o sitiando virtualmente la Capital con los uniformados, tan sólo para “controlar” a 200 manifestantes, como pudimos ver el pasado 14 de febrero ante la movilización de un sector del movimiento piquetero.
Sin embargo, el actual presidente y el ex mandatario tampoco quieren quedar pegados a un virtual fracaso del gobernador porteño. Según algunos medios, en caso de que Ibarra salga mal parado –ya sea en el plebiscito o por las causas judiciales que se abran en su contra- aprovecharían el nuevo aire que ha tomado el peronismo en la Ciudad para postular al vicepresidente, el ex menemista Daniel Scioli. Visto este escenario, resulta verdaderamente hipócrita la denuncia de Abuelas de Plaza de Mayo y las supuestas ONGs beneficiadas por el sistema ibarrista que denunciaron un complot golpista contra el Jefe de Gobierno cuando fue éste mismo –junto a Kirchner y Duhalde- quien entregó el poder a la mafia pejotista.

Campaña unitaria

Nuestro llamado es claro: hay que rechazar el plebiscito trucho y derrotar el intento de relegitimación de Ibarra. La movilización en las calles es el único camino para lograr el objetivo de justicia y echar a Ibarra. Con ella hay que imponer una Asamblea Constituyente con plenos poderes.
Un primer paso importante es una campaña de esclarecimiento llamando a no firmar para el gobierno. Las asambleas de jóvenes, los familiares, la mayoría de los partidos de izquierda se vienen pronunciando en las calles por la renuncia y han hecho pública su denuncia al plebiscito. La unidad de acción más amplia, incorporando además a las organizaciones combativas de los trabajadores y a los centros de estudiantes universitarios y secundarios contra la trampa es posible y necesaria.
Dirigentes con repercusión pública como Elisa Carrió –que hasta hace poco apoyaba plenamente al Ibarrismo y durante el estallido de la crisis se llamó a silencio sosteniéndolo de hecho- hoy dice oponerse al plebiscito. En el caso de Luis Zamora ha denunciado esta trampa pero guarda silencio al tener que definir cómo enfrentarlo. No es posible con medias tintas. O se busca fortalecer la movilización popular o se termina haciéndole el juego al gobierno de la impunidad.
Avanzar en el camino de la movilización, plantea la necesidad de coordinar esfuerzos y una mesa activa de todas las organizaciones por el rechazo a la trampa. Así se puede potenciar política y socialmente un enorme movimiento activo que se exprese en las calles a través de marchas, agitación masiva, pintadas, actos públicos, y todas las medidas necesarias para impedir que se plebiscite la impunidad sobre la sangre derramada en Cromañón.
Para lograr justicia será necesario avanzar en poner en marcha la Comisión investigadora independiente como ya empezó a impulsar un sector de los familiares de las víctimas.
Con la crisis de Cromañon quedó de manifiesto una asociación ilícita para proteger a los grandes intereses capitalistas de la Ciudad, que involucra al gobierno comunal, a la Legislatura y a la Policía Federal, es decir a todo el régimen político y los partidos patronales de la ciudad. El plebiscito es una dosis más de democracia trucha: hay que oponerle la lucha por una Asamblea Constituyente libre y soberana con plenos poderes para reorganizar política y socialmente la ciudad. Elegida por sufragio universal, por todos los mayores de 16 años, donde se puedan presentar todos los grupos de organizaciones obreras y populares sin ningún condicionamiento y con acceso irrestricto a los medios de comunicación para plantear sus propuestas. Es el pueblo de la Ciudad el que debe debatir sobre cómo terminar con la corrupción, el dominio de las mafias capitalistas en la Capital y quien debe imponer justicia para los pibes de Cromañón. Reiteramos nuestro llamado a la izquierda obrera y socialista a luchar en común por esta perspectiva.

Prensa

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