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Internacionales

Líbano, una historia de opresión

20 de julio 2006

Durante cinco siglos el Imperio Turco dominó la medialuna fértil de Medio Oriente. Pero a fines del siglo XIX Turquía comenzó a declinar ante el desarrollo económico de las grandes potencias capitalistas. Derrotada tras su alianza con Alemania en la Iª Guerra Mundial, Francia e Inglaterra emergieron disputando el control de esa zona estratégica como puente hacia las rutas del petróleo. En 1915 ambos imperialismos firmaron el acuerdo de Seykes-Picot, partiendo Medio Oriente en dos virreinatos coloniales. Francia impuso su égida sobre Siria, Líbano y la parte sudeste de Turquía. Inglaterra ocupó Egipto, el territorio de Adén, la península arábiga y el Golfo Pérsico, pero en 1917, el imperio británico aplicó un ajuste acorde a su instinto colonial: lanzó la Declaración Balfour, promoviendo la creación de un “Hogar Nacional Judío” en Palestina, con la finalidad de construir las bases de un proto-estado aliado para contrarrestar el desarrollo de los movimientos de liberación nacional de los pueblos árabes. De ese modo, la génesis del Estado de Israel, fundado poco después de la IIª Guerra Mundial, constituye la expresión material más acabada de esta política colonial; un estado-gendarme en guerra permanente contra los pueblos árabes, acorde a los intereses de las grandes potencias imperialistas.
Tras severas derrotas a manos del Estado judío en las guerras de 1948 y 1967, el pueblo palestino fue confiscado de sus bienes y expulsado de sus tierras históricas. El asesinato de más de 20.000 palestinos, ordenado por el Rey Hussein y la monarquía hachemita de Jordania en el “Septiembre Negro”, obligó a Yasser Arafat, la OLP y miles de refugiados a buscar amparo en el Líbano. Alrededor de 400.000 palestinos se concentraron hacinados en los campos de refugiados de los suburbios de Beirut, procurando salvaguardar sus vidas. Pero en 1975 se desató el inicio de la guerra civil libanesa. La minoría cristiano-maronita, un sector de alta burguesía acomodada vinculada a los negocios del imperialismo, se proponía imponer su hegemonía a las grandes mayorías de sunnitas, chiítas y drusos, contemplando la expulsión de los palestinos a mediano plazo. Con este objetivo, en principio se valió del mandato de la Liga Arabe que en 1976 movilizó 50.000 soldados sirios.
Pero a medida que se desarrollaba la guerra civil se fortalecían progresivamente los lazos entre la minoría cristiana y el Estado de Israel, bajo el auspicio de todas las fracciones imperialistas. El estado mayor sionista esperaba su hora para poner “orden” en la región y acabar con la OLP y la resistencia palestina. Su primer intento fue en 1978. Más tarde acordaron con la minoría cristiana construir las “Katayeb”, las milicias falangistas armadas y entrenadas por el ejército israelí y el Mossad, cuyo primer ejercicio fue la toma por asalto del campo de refugiados de Tel el Zaatar. Complementariamente, los sionistas formaron el Ejército del Sur del Líbano (también conocido como Ejército del Líbano Libre), una fuerza mercenaria despiadada desplegada sobre los contornos de la frontera sur, que operaba bajo estricto mandato de los oficiales israelíes sobre el Valle de la Bekaa.
Finalmente los sionistas encontraron el pretexto que buscaban. Tras el atentado cometido contra Shlomo Agrov, embajador israelí en Inglaterra, el gobierno del Likud lanzó un ultimátum exigiendo la cabeza de Arafat y la expulsión de la OLP de territorio libanés. En junio de 1982, el primer ministro Menahem Begin ordenó la operación “Paz para la Galilea”, legalizando el plan de invasión al Líbano bajo un supuesto plazo de 72 hs. Nadie podía creer semejante fantoche en boca de uno de los más célebres terroristas, responsable de la masacre palestina de Deir Yassin (1948). Ariel Sharon, por ese entonces ministro de Defensa, asumió el comando de las tropas que invadieron por tierra, aire y mar. Las tropas sionistas bombardearon Beirut hasta hacerla añicos, tomaron el control de las carreteras, establecieron un cerco inexpugnable, mataron a miles de personas, e impusieron como presidente a Basheer Gemayel, falangista insigne y miembro de una de las familias más acaudaladas, quien fue eliminado meses más tarde por una carga explosiva. A pesar de que la infraestructura del país había sido reducida a escombros junto con la resistencia, Sharon y Begin resolvieron aplicar medidas de escarmiento. Entre el 16 y el 18 de septiembre, las tropas israelíes establecieron un cordón alrededor de los campos de Sabra y Shatilla y ordenaron a las milicias de la falange, bajo el mando de Elie Hobeika, acabar con los refugiados. Aproximadamente 6000 palestinos desarmados, mayoritariamente ancianos, mujeres y niños, fueron masacrados bestialmente. A las mujeres embarazadas les abrieron el estómago, a los niños les cortaron los genitales y a los varones les cortaron las manos y los pies.
Las repercusiones internacionales de Sabra y Shatilla obligaron al régimen sionista a dar una respuesta institucional. El informe de la comisión Kahan señaló la responsabilidad del gobierno de Begin, particularmente de Sharon, en los asesinatos de miles de palestinos, crímenes que permanecieron completamente impunes. Las tropelías asesinas de la Guerra del Líbano adquirieron tal magnitud que generaron un movimiento de soldados “objetores de conciencia” que se negaban a prestar servicio en Líbano. Conjuntamente comenzaron a surgir movilizaciones pacifistas en Tel Aviv exigiendo el retiro de las tropas. Las tropas israelíes se retiraron del Líbano en el año 2000.

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