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Leopoldo Denaday 1979-2011 ¡Presente ahora y siempre!

Un humilde homenaje a Polo Denaday (sólo en internet)

Militantes revolucionarios que ejercen el derecho

Hugo Blanco cuenta que en una asamblea de los campesinos de La Convención, un dirigente stalinista que pretendía desviar el movimiento de ocupación de tierras mediante excusas legales y llamando a confiar en los abogados fue violentamente interrumpido por un campesino armado de su mauser, quien dijo: nuestro abogado es el fusil.

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17 de marzo 2011

por Facundo Aguirre

Hugo Blanco cuenta que en una asamblea de los campesinos de La Convención, un dirigente stalinista que pretendía desviar el movimiento de ocupación de tierras mediante excusas legales y llamando a confiar en los abogados fue violentamente interrumpido por un campesino armado de su mauser, quien dijo: nuestro abogado es el fusil.

Una gran definición. La defensa de los explotados, e incluso la obtención de sus conquistas legales, se arrancan por la fuerza (de ahí esa sentencia de Marx de que entre dos derechos iguales decide la fuerza).

Ciertamente para la gran mayoría de los explotados -e incluso me parece de buena parte de la burguesía- el oficio de abogado esta ligado a la idea de parasitismo. Cuervo y carancho son entre otros calificativos formas de llamar a los abogados en distintos estratos sociales. Recuerdo una película -aunque no su nombre, perdón- de Dani de Vito, donde él es un capitalista que increpa a sus abogados con enojo diciéndoles que el comunismo no murió y que lo mejor de ello es que los comunistas están agazapados a las sombras para degollar en primer lugar a los abogados. O aquel viejo chiste que dice que la diferencia entre las prostitutas y los abogados, es que hay cosas que las prostitutas no harían por dinero.

En la Argentina la casta de abogados de la familia judicial es francamente decadente. Basta ver a los abogados faranduleros tipo Stinfale (a quien una vez oí decir en un programa de Lanata, con honestidad brutal que el ejercicio del derecho poco tenia que ver con la justicia y mucho con hacer plata), Burlando y tantos otros. Ni que hablar de los abogados políticos que llenan las filas de los partidos históricos de la Argentina (un breve repaso de todos los presidentes civiles da una abrumadora mayoría de abogados). Recuerdo que no hace mucho, en una audiencia de juicio laboral, junto al compañero Luis Bonomi -un militante revolucionario que ejerce el derecho- presencie una patética charla entre abogados donde para darse aire de sapiencia reivindicaban el conocimiento profundo en el derecho de quien fuera ministro del interior de Ongania, integrista católico y miembro del Opus Dei.

Evidentemente la profesión de abogado no se encuentra entre los oficios nobles y si entre la manera fácil de hacer plata, trepar socialmente y tener un titulo que hable de la “nobleza” pequeñoburguesa del poseedor (en esto seamos justo, quizás salvo los científicos que se comprometen en su objeto de estudio, todos los títulos universitarios dan una especie de respetabilidad social similar a la de los antiguos miembros de la aristocracia que lograban esa posición por el apellido, de allí la compulsión pequeñoburguesa por estudiar en las universidades y obtener un titulo a cualquier costo. Mi viejo que era un peronista de origen oligarcon hubiera dicho a falta de sangre azul, bueno es un titulo).

Para ser sincero yo debo mi militancia trotskista a un abogado peronista facho, hoy prófugo de la justicia, que se llama Gustavo Demarchi y a otro jauretcheano que se llamaba Raffo -no recuerdo su nombre- compañeros de militancia de mi vieja en la llamada renovación peronista de los ochenta, que cuando fui expulsado de la escuela a los 15 por expresar ideas comunistas me instaron a que me dejara de joder e iniciara mi militancia (supongo que se referían a no molestar a los docentes y que volviera al peronismo donde milite a los trece años) y me convencieron, pero para su disgusto, y el de mi vieja, empecé a militar en el MAS en el año 85.

Como verán no me gustan los abogados y comparto el rechazo popular por ellos. Pero aprendí que otra cosa son los militantes revolucionarios que ejercen el derecho. Una minoría de hombres y mujeres de la estirpe de Alfredo Curuchet que ponen su profesión al servicio de la autodefensa legal de los trabajadores, no porque piensen que la clave del conflicto sea la estrategia judicial, sino porque consideran que el aspecto estrictamente legal, la conquista de posiciones, fallos y leyes, son la cristalización de lo conquistado por los trabajadores en su lucha. Camaradas que renuncian a la respetabilidad burguesa, a la pompa, la ornamenta y el privilegio de pertenecer, y se suman al terreno pantanoso de la lucha de clases. Que abandonan el contacto con el ambiente perfumado de fragancias exóticas y la ropa Versace, para codearse con el sudor y la grafa de las camisas proletarias. Su honor es ser parte de la lucha, su objetivo derrotar las trampas judiciales que el estado burgués y los capitalistas tienden sobre las organizaciones combativas y las luchas de los trabajadores, castigar a los responsables de los crímenes contra la clase obrera.

Polo Denaday, como los y las camaradas del CEPRODH, son de esta estirpe de militantes revolucionarios que ejercen el derecho. Y como tales hacen su aporte gigantesco en la lucha de clases. Pero, a diferencia de Curuchet , quien consideraba que en lugar de un partido que dirigiera la lucha de clases había que hacer una guerrilla que enfrentara al ejercito burgués, ellos son parte de la rica tradición marxista que lucha por la autoemancipación de la clase obrera mediante de la construcción de un partido revolucionario.

Conocí poco y superficialmente a Polo. No puedo dar mi impresión humana salvo que era un buen tipo -como todos los socialistas revolucionarios- y por lo tanto mi perplejidad no esta guiada por el dolor del afecto que da el conocimiento intimo sino por la sensación de una perdida irreparable. Los revolucionarios marxistas proletarios somos pocos y los abogados revolucionarios son menos aún. Cada caído, por la causa que sea, es una perdida enorme. Carlos Fuentealba asesinado por la policía. Mariano Ferreyra asesinado por los matones de la burocracia. Polo murió trágicamente en una ruta mendocina (muerte estúpida esta uno tentado de decir, maldita muerte).

Ha muerto un revolucionario, que viva la revolución.

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