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TEORÍ

SEMINARIO “EL MARXISMO DE LEÓN TROTSKY”

¿Por qué Trotsky?

Síntesis del primer encuentro del seminario “El marxismo de León Trotsky”, organizado por la juventud del PTS y dictado por Christian Castillo, dirigente nacional del PTS.

Christian Castillo

8 de marzo 2012

El marxismo en la época de crisis, guerras y revoluciones

León Trotsky fue uno de los nombres más sobresalientes de la tercera generación de los marxistas clásicos. Esta definición pertenece a Perry Anderson, y lo que él llama “marxismo clásico” tuvo un periodo fundacional con Marx y Engels. La segunda generación fue encarnada por Plejanov, el fundador del marxismo ruso, Kautsky, el principal teórico del partido socialdemócrata alemán, Franz Mehring, el biógrafo de Marx y el filósofo italiano Antonio Labriola, por nombrar los más relevantes. En la tercera generación los nombres más destacados son los de Trotsky, Lenin y Rosa Luxemburgo.

El marxismo clásico tenía como característica la ligazón entre teoría y práctica. Pero si algo distingue a la tercera generación, es que surge en lo que Lenin y la III Internacional definen como “época de crisis, guerras y revoluciones”. Marx intervino en las revoluciones de 1848 y después en la Comuna de París de 1871 y aunque escribió sobre las guerras y levantamientos del siglo XIX, las revoluciones proletarias, en vida de Marx y Engels, fueron momentos episódicos.

¿Qué había llevado a que la época de Lenin sea de crisis, guerras y revoluciones?

Primero, el capitalismo había pasado a una nueva fase, que los marxistas definimos como imperialista. La tendencia planteada por Marx a la concentración y centralización del capital y el avance hacia el dominio de los monopolios, era una realidad. Hacia 1880 el mundo ya está controlado por una serie de grandes monopolios. Un puñado de potencias se reparte el mundo, mientras otras pugnan por emerger y avanzar enfrentándose a las dominantes, para forzar un nuevo reparto de los dominios coloniales.
Estas mutaciones en el capitalismo llevaron a un debate en el marxismo. Una tendencia sostenía que las contradicciones que Marx había señalado en “El Capital” tendían a ser superadas y que el socialismo se podía alcanzar con una suerte de “vía pacífica”. Las contradicciones del capitalismo se habían atemperado y por ende los planteos clasistas y revolucionarios de Marx debían ser superados. Esa fue la posición de los revisionistas de la II Internacional, asociados al nombre de Edward Bernstein.

Hilferding, por su parte, sostuvo la teoría del “capitalismo organizado”, mientras Kautsky, que enfrentó los planteos de Bernstein desde la “ortodoxia” luego avanzó a la teoría del “ultraimperialismo”, según la cual la fusión de los cárteles y de los trusts internacionales en un supertrust permitiría conciliar los intereses de los capitalistas de diferentes países eliminando la anarquía de la producción y la guerra.

Por su parte, y con diferencias entre sí, Lenin, Rosa Luxemburgo y Trotsky se inscribían en una tendencia que deducía del dominio de los monopolios la agudización de las contradicciones capitalistas y el desarrollo de las tendencias revolucionarias. De hecho, el siglo XX empieza con una serie de levantamientos revolucionarios y guerras interimperialistas (aunque de imperialismos menores), que preanuncian lo que va a darse en 1914 con la Primera guerra mundial. Trotsky y Lenin viven la revolución rusa de 1905, la primera gran revolución del siglo XX. Hay otras dos revoluciones en ese período: la mexicana de 1910 y la revolución china de 1911.

La guerra y la socialdemocracia: táctica y estrategia

La Primera Guerra provocó enormes masacres y generó inicialmente tendencias chauvinistas-nacionalistas en el movimiento obrero de numerosos países. Los partidos socialdemócratas apoyaron a sus propias burguesías, traicionando la posición internacionalista votada en congresos anteriores a la guerra, que decía que si ésta estallaba se iba a llamar a luchar contra las propias burguesías para defender al proletariado de la carnicería imperialista.
En un momento en que había que ser muy audaz para decirlo, Lenin sostiene que la guerra iba a traer la revolución. Y lanza su consigna: “transformar la guerra imperialista en guerra civil”. Esto significaba prepararse para cuando se agote el chauvinismo de las masas y los soldados se cansen de morir en el frente, prepararse para cuando los obreros y obreras se harten de pasar hambre, para cuando la maquinaria de guerra entre en crisis y entonces el descontento popular, con millones de obreros y campesinos armados, abra la posibilidad de dirigir las armas, no contra sus hermanos de clase de otros países, sino contra su propia burguesía.

El marxismo de Trotsky está forjado por esta nueva época de crisis, guerras y revoluciones, donde el problema de cómo llega al proletariado al poder, está en el centro de la discusión.

Trotsky explica como la distinción entre estrategia y táctica en el lenguaje de la política marxista es producto de estas nuevas condiciones: “Entendemos por táctica en política, por analogía con la ciencia bélica, el arte de conducir las operaciones aisladas, y por estrategia el arte de vencer, es decir, de apoderarse del mando. Antes de la guerra, en la época de la segunda internacional, no hacíamos estas distinciones, nos limitábamos al concepto de la táctica socialdemócrata; y no obedece al azar nuestra actitud, la socialdemocracia tenía una táctica parlamentaria, una táctica sindical, una municipal, una cooperativa, etc. En la época de la segunda internacional no se planteaba la cuestión de la combinación con todas las fuerzas y recursos de todas las armas para obtener la victoria sobre el enemigo, porque aquella no se asignaba prácticamente la misión de luchar por el poder”1.
La Socialdemocracia centraba su actitud en diferentes intervenciones parciales, pero su pensamiento no estaba cruzado por cómo lograr el acceso al poder. Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo y otros dirigentes bolcheviques, que eran a la vez grandes teóricos revolucionarios, están embebidos de estas discusiones sobre la estrategia para que el proletariado se haga del poder.

¿Qué es el marxismo?

Originalmente, el marxismo expresaba un movimiento social que sintetizaba teórica y prácticamente las experiencias del proletariado europeo de fines del siglo XVIII y de la primera mitad del siglo XIX, forjándose teóricamente en la crítica de las corrientes de pensamiento más avanzadas de su tiempo: el idealismo alemán, la economía política inglesa y el socialismo utópico inglés y francés.

Nosotros decimos que el marxismo de hoy tiene que recoger esas grandes experiencias y también ser la síntesis de las experiencias teórico-prácticas de la clase obrera del siglo XIX y XX proponiéndose conquistar, mediante la revolución proletaria, Estados obreros transicionales, gobiernos de trabajadores o dictaduras del proletariado, que, basándose en consejos obreros, sean a la vez democracias proletarias. Donde se nacionalicen los medios de producción para organizar la economía de acuerdo a un plan democrático, que permita progresivamente ir avanzando hacia la liquidación de las clases, la moneda y el Estado, es decir, hacia una sociedad comunista, cuestión que sólo puede conquistarse plenamente con la liquidación del capitalismo a nivel mundial. Esta sería para nosotros una definición sencilla de marxismo, e incluye, desde el punto de vista teórico, una concepción del mundo, la dialéctica materialista, una teoría de la historia, el materialismo histórico, una serie de teorías científicas específicas, como el análisis del modo de producción capitalista, expresada fundamentalmente en “El Capital”, y una teoría de las clases y el Estado. Y también el arte de la acción política revolucionaria, que podríamos decir que es un arte, un saber práctico, con base científica.

El marxismo es una guía para la acción revolucionaria. Y esto es importante porque nos diferencia del marxismo academicista, que primero con la estalinización y luego con el retroceso del movimiento obrero, transformó al marxismo en una teoría que trata de explicar algo de la realidad, recluida en los medios académicos, sin tener en cuenta el objetivo final de la lucha por el poder obrero, desligado de los problemas de la estrategia revolucionaria.
El objetivo que señalaba Marx no era sólo la conquista del poder en un Estado. No luchamos sólo porque la clase obrera argentina conquiste el poder para construir un Estado proletario. El Estado obrero es un medio, para avanzar en la trasformación socialista de la sociedad donde triunfa la revolución, y a la vez para favorecer la revolución socialista a nivel internacional, sin lo cual es imposible avanzar hacia el comunismo.

Esta perspectiva no es una ilusión voluntarista sino que tiene ver con las potencialidades que brindan las fuerzas productivas engendradas por la propia sociedad capitalista, y que no pueden desplegarse producto del dominio de relaciones sociales de producción basadas en la propiedad privada de los medios de producción y de cambio (las fábricas, la tierra y los bancos). Incluso sin un salto cualitativo de las fuerzas productivas, los flagelos del capitalismo podrían ser eliminados. No hay hambre porque falte capacidad para producir alimentos, o carencia de viviendas porque falten medios para construirlas. No es que hay desempleados porque no se pueda organizar el trabajo de otra manera. Son las relaciones capitalistas las que impiden organizar la sociedad sobre otras bases. 700 monopolios gobiernan el mundo y organizan toda la producción en su propio beneficio. Expropiando a los monopolios, ese gasto de trabajo social sería puesto al servicio de satisfacer las necesidades humanas según un plan de prioridades que podría establecerse democráticamente.

El marxismo de la III Internacional y de Trotsky

El marxismo de Trotsky, al igual que el de Lenin, se caracteriza por ser un marxismo estratégico.

La burguesía también tiene estrategas que piensan cómo dominar. La clase dominante norteamericana, por ejemplo, tiene distintas estrategias desde las que pelea por mantener su dominio en el mundo. En el caso de Bush hijo, se basaba en los “neoconservadores” que decían que había que jugar la carta fuerte de EE.UU., su poder militar, para golpear en los países enemigos de los intereses norteamericanos y sobre todo en Medio Oriente, para forzar regímenes favorables a EE.UU.. Los “neocon” terminaron fracasando, y llevaron a EE.UU. a un desastre, a la crisis de la guerra de Irak y Afganistán. Ahora bajo Obama su política exterior está guiada esencialmente por el pragmatismo, mientras buscan una nueva orientación estratégica para tratar de contrarrestar su decadencia histórica.

La III Internacional ponía la estrategia en el centro de sus preocupaciones pero desde el punto de vista proletario. Es decir, en cómo hacer avanzar la revolución internacional. Después de la revolución rusa, hubo tendencias a la revolución en muchos países. En noviembre de 1918 la revolución alemana planteó la posibilidad de un triunfo como el ruso pero en un país central, lo que hubiese cambiado la historia. Pero ese intento es derrotado, y también fracasa la revolución húngara. En marzo de 1921 los comunistas alemanes intentan un putch que termina fracasando. Fracasa también la revolución en Bulgaria y antes había sido derrotada la revolución húngara.

Hay un primer momento de ofensiva revolucionaria y un segundo momento donde el capitalismo europeo resiste el primer embate del movimiento de masas. En el III y IV Congresos de la III Internacional Lenin y Trotsky discuten que el momento revolucionario inmediato pasó, ahora los partidos comunistas tienen que tener una táctica llamada frente único, que es decirle a los socialdemócratas que hay que salir a pelear a las calles, pelear la base de los sindicatos socialdemócratas y dar una pelea por las masas. No está planteada inmediatamente la lucha por el poder sino la lucha por las masas. Este planteo se hacía frente a una corriente llamada de los “comunistas de izquierda”, que opinaba que la línea era la ofensiva permanente, y que, entre otras cuestiones, para salvar a la Unión Soviética, decía que había que hacer intentos revolucionarios aún cuando no estuvieran maduras las condiciones generales para llevarlos a cabo.

No es que Lenin y Trotsky nunca se equivocaban en las medidas que tomaban. En el curso de la guerra civil, por ejemplo, los bolcheviques opinaban que entrando en Polonia iban a desatar la energía revolucionaria de los campesinos y proletarios para voltear a su propio gobierno y que eso iba a ser, a la vez un canal, para llevar la revolución a Alemania. Pero los obreros y campesinos polacos vieron, en última instancia, al ejército bolchevique como un ejército invasor y este intento fracasa.

Lenin y Trotsky sabían reconocer los errores y corregir las opciones cuando éstas no servían. Después de la toma del poder en Rusia, como la burguesía sabotea, tienen que ir a una política no pensada, el “comunismo de guerra”. Para poder abastecer a los ejércitos se expropia todo y a los campesinos se les saca todo lo que va más allá de su propio consumo. Los campesinos soportaron un tiempo esta situación pero luego pasaron a una oposición violenta. Los bolcheviques debieron hacer un retroceso táctico, y permitirles volver a comerciar el excedente agrícola durante un tiempo. La Nueva Política Económica (NEP) reestablece ciertas relaciones capitalistas en el Estado obrero, lo que creó contradicciones, pero en ese momento fueron necesarias para sostener el poder obrero. El marxismo de Lenin y Trotsky es un marxismo profundamente creativo, no dogmático, en la estrategia de la revolución y en las respuestas a los problemas inmediatos.

Nosotros tratamos de retomar esa tradición revolucionaria, ya que el que no aprende de ella difícilmente pueda hacer nuevos aportes con su propia práctica.

Trotsky es quien va a expresar la continuidad de esa tradición forjada en la I Internacional, en la II Internacional, primero de conjunto, y luego en su ala izquierda, en los cuatro primeros Congresos de la III Internacional. Cuando la URSS se estaliniza y la propia III Internacional se burocratiza, es Trotsky quien trata de mantener vivas las conquistas históricas y en medio de esa lucha contra el estalinismo en los partidos comunistas y en la Internacional recrea y da nuevas teorías, nuevas tácticas y desarrolla el programa y la estrategia para esa lucha contra la burocratización del primer estado obrero de la historia y de la misma Internacional Comunista. Posteriormente funda la fundación de la IV Internacional cuyo programa es el Programa de Transición.
Con el estalinismo en el poder, el marxismo “oficial” dejó de ser una teoría revolucionaria en cualquier sentido que le demos a esta palabra. Se transformó en una serie de dogmas que se acomodaban según la política de la burocracia.

Otro fenómeno que va a darse es que los teóricos marxistas que lograron más renombre estaban escindidos de la lucha política concreta. Lo que predomina es un marxismo no estratégico. Perry Anderson, usa un nombre muy genérico, el de “marxismo occidental” donde los autores que incluye, a excepción de Gramsci y parcialmente Lukács, todos están desvinculados de la acción política. Muchos de ellos son parte de los aparatos culturales de los grandes Partidos Comunistas de posguerra, Louis Althusser del PC francés, Colletti y Della Volpe del PC italiano. Otros están fuera de los PCs como la Escuela de Frankfurt, como Adorno, Horkheimer o Marcuse. Más allá de los problemas que pueda tener esta tipología, este abandono de los temas estratégicos por parte de estos teóricos es un hecho característico.

Victorias y derrotas

Como teórico, Trotsky tuvo un altísimo nivel de creatividad. ¿Cómo responder al estalinismo? ¿Cómo explicarlo? ¿Cómo definir fenómenos que son híbridos? ¿En qué sentido la revolución seguía viva y en qué sentido empezaba a estar enterrada en la Unión Soviética? La obra de Trotsky es la de un pensamiento concreto, dialéctico en el sentido de captar las contradicciones de la realidad y no intentar forzarla, viendo las tendencias enfrentadas y las posibilidades que abría el proceso histórico.

Nosotros planteamos la necesidad de la dictadura del proletariado contra el poder burgués; el derrocamiento revolucionario de este, ya que no hay vía pacífica al socialismo. Ser revolucionario es, ante todo, una opción realista. La historia demuestra que no puede haber una sociedad igualitaria por vía reformista. No hay ningún ejemplo donde la burguesía haya entregado pacíficamente el poder a la clase obrera. El siglo XX estuvo lleno de revoluciones. Y yendo más atrás en el tiempo, los privilegios feudales no se liquidaron sin revoluciones, las potencias coloniales no abandonaron sus posiciones sin guerras de liberación nacional. Es una ley del desarrollo histórico: ninguna clase privilegiada abandona sus privilegios si no es forzada a hacerlo por las clases oprimidas.

Cuando las masas se levanten es necesario que tengan una dirección que conozca la estrategia revolucionaria para vencer. Esa es la importancia de conocer el pensamiento estratégico de Trotsky. Para que triunfen las masas, porque cada derrota empuja la historia hacia atrás. ¿Qué implicó la derrota de los ‘70? En nuestro país el genocidio de Videla y treinta años de neoliberalismo. El Mayo francés, la revolución portuguesa, el ascenso en Chile, Argentina, Uruguay y Bolivia, todos los grandes procesos que se dieron desde el ‘68 no triunfaron. El resultado fue la contraofensiva del capital.
El triunfo de la Revolución Rusa, por el contrario, empujó la historia enormemente hacia adelante, en el sentido de la lucha revolucionaria por el socialismo y la sociedad comunista. Millones de obreros en el mundo se hicieron comunistas. Dio ánimo a los explotados de que se podía vencer, de que los obreros y campesinos podían conquistar el poder y empezar a organizar la sociedad sobre nuevas bases. Por el contrario, el triunfo de la burocracia desmoralizó a millones. Y la burguesía lo utilizó como arma. A los obreros de los países avanzados les decían: “¿para qué van a hacer la revolución si después viene este sistema totalitario?” Los triunfos y las derrotas tienen esa importancia. De ahí también la importancia de un marxismo capaz de extraer las conclusiones estratégicas de los procesos revolucionaros, para preparar la herramienta que permita vencer en los próximos combates, ahora que la crisis capitalista posiblemente de lugar a nuevos procesos revolucionarios, como no vemos desde fines de los ‘70.

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