logo PTS

NACIONAL

Sobre impuesto a las ganancias y los planes sociales

Un sector de los obreros en blanco está molesto con Cristina por el robo del “impuesto a las ganancias”. Y no es para menos.

Hernán Aragón y Gerardo Campos

27 de septiembre 2012

Un sector de los obreros en blanco está molesto con Cristina por el robo del “impuesto a las ganancias”. Y no es para menos.

Algunos se quejan de que les sacan para darle subsidios a todo (a empresas, escuelas privadas, a la iglesia, etc.). Pero son recurrentes, y no solo entre los obreros más conservadores, argumentos típicos de la derecha como que “el gobierno nos saca para mantener vagos”. 

El obrero que piensa así, escucha los sermones de Cristina por cadena nacional. “Ustedes ya ganaron demasiado, ahora tienen que ser solidarios con los que menos tienen”. Luego hace cuentas, mira las cuotas que aún le falta pagar y apunta su resentimiento contra quien siempre lleva la de perder: el más pobre.

De más está decir que al “comprar” ese discurso gorila, equivoca el blanco de su ataque.

El primer error es creer que la clave de lo que le sacan va a parar a los planes sociales. Simplificando, todo lo que el Estado recauda (IVA, impuestos, etc.) se reparte en distintos ítems. Para los pobres se destinan migajas, mientras la mayor parte de la “asistencia” se la llevan los empresarios y los acreedores externos. Por cada peso que se gasta en subsidios a la ganancias empresarias, sólo 10 centavos van destinados la asistencia social (ver cuadro).

La primera conclusión es que el gobierno miente: su solidaridad no es con el trabajador pobre sino con las patronales.
 
¿Por qué existen los planes sociales?

“¡No ojo, que para mí los planes están bien! Si no esa gente, ¿a dónde va a ir parar? No se la puede dejar tirada”, dice un obrero.
“¿Pero porqué no van a trabajar? Todos viven de arriba menos nosotros”, responde otro.

El mantenimiento de los planes sociales tiene varios objetivos. En primer lugar forman parte de una política para contener el malestar social en esos sectores. Los planes sociales masivos surgieron en 2002 bajo el gobierno de Duhalde y fueron la manera de frenar la movilización y lucha de los desocupados por trabajo genuino. Con el crecimiento económico, una parte consiguió trabajo en condiciones precarias y el resto quedó destinado a seguir viviendo de la asistencia estatal. En ese marco, el gobierno aprovechó para promover el clientelismo y crearse base electoral.

Los caceroleros clamaron contra los planes sociales, es cierto. Su mentalidad parece ser la de querer arrancar a los pobres de las garras del Estado para volver a arrojarlos, como fue tradición en este país, a los garfios de la caridad de la iglesia y de las entidades de beneficencia que regentean las señoras burguesas.
 
No sólo por solidaridad

Los patrones utilizan todas las formas de precariedad existente para degradar las condiciones de vida del conjunto de la clase obrera. Los desocupados y los trabajadores en negro son el chantaje que tienen para abaratar la fuerza de trabajo, para depreciar los salarios e incluso, en épocas de crisis, para remplazar a los obreros estables.

A esa fuerza de trabajo fluctuante se la querrá utilizar, como se hizo siempre, para quebrar huelgas y derrotar conflictos laborales.

Los trabajadores en blanco tienen que tomar las reivindicaciones de los sectores más castigados no solo por solidaridad, sino para crear una alianza contra los capitalistas. La perspectiva de recibir aumentos de sueldo por encima de la inflación (que pudo cobrar sólo una parte de los trabajadores en blanco) está acabada y la “redistribución de la riqueza”, ya de por sí escasa, se achica para todos: los que más cobran, los del medio, los más bajos, e incluso para los que reciben la asistencia estatal.

En este marco, sólo existe un programa progresivo: trabajo y condiciones dignas de vida para todos. En primer lugar, planteamos que todo desocupado se le aumente el plan a un monto que le permita vivir y acceder a la vivienda, la salud y la educación. Pero la salida de fondo es la creación de un plan de obras públicas para crear trabajo genuino y el reparto de las horas de trabajo entre todas las manos disponibles, sin bajar los salarios existentes y aumentándolos acorde al crecimiento de la inflación.

Contra la carestía de la vida y la inflación, debe levantarse la escala móvil de salarios, que los convenios colectivos incluyan la suba automática de los salarios en relación al aumento de los precios de los bienes de consumo.

Esta pelea no será efectiva si los trabajadores en blanco aceptan como “natural” que sigan existiendo trabadores fuera de convenio, en negro y desocupados, es decir los que cobran la asignación universal.

La pelea por sindicatos sin burócratas no es sólo para reclamar demandas para los trabajadores en blanco, sino para levantar un programa que sirva para unificar al conjunto de la clase obrera. De esa unidad depende el futuro.


¿En qué gasta el Estado según el presupuesto 2013?

Subsidios a las ganancias empresarias: $103 mil millones

Deuda pública: $56 mil millones

Educación y cultura: $48 mil millones

Salud: $25 mil millones

Asignación Universal por Hijo: $16 mil millones

Promoción y asistencia social: $12 mil millones

Ciencia y técnica: $10 mil millones

Agua potable y alcantarillado: $8 mil millones

Vivienda y urbanismo: $6 mil millones

Por cada peso que se gastará en la deuda pública se gastan sólo 20 centavos en salud, 10 centavos en promoción y asistencia social, 50 centavos en educación, 10 centavos en ciencia y técnica y 10 centavos para la vivienda o el agua potable y alcantarillado.

Fuente: Ministerio de Economía y Finanzas Públicas

Prensa

Virginia Rom 113103-4422

Elizabeth Lallana 113674-7357

Marcela Soler115470-9292

Temas relacionados: