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Internacional

Un primer balance de las elecciones europeas

Los analistas concuerdan en que tanto el empatanamiento estadounidense en Irak y en Afganistán como la crisis económica favorecieron la victoria de Obama en las últimas elecciones en Estados Unidos. Lo llamativo es que esta misma crisis tuvo un impacto distinto en las últimas elecciones de la Unión Europea (UE), con un nivel de abstención récord y un triunfo en las urnas de las variantes ya sea de la derecha tradicional, como de algunos partidos de la extrema derecha xenófoba.

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11 de junio 2009

Los analistas concuerdan en que tanto el empatanamiento estadounidense en Irak y en Afganistán como la crisis económica favorecieron la victoria de Obama en las últimas elecciones en Estados Unidos. Lo llamativo es que esta misma crisis tuvo un impacto distinto en las últimas elecciones de la Unión Europea (UE), con un nivel de abstención récord y un triunfo en las urnas de las variantes ya sea de la derecha tradicional, como de algunos partidos de la extrema derecha xenófoba.

Las elecciones expresan siempre en forma sumamente distorsionada la relación de fuerzas política y social en un momento dado. De ahí la necesaria cautela a la hora de sacar un primer balance del resultado electoral. Esto es tanto más importante con respecto a la abstención récord en varios países. Intentaremos, sin embargo, sacar las primeras conclusiones de las elecciones, ya que muestran parcialmente el panorama político europeo luego de una importante fase de movilizaciones sociales que sacudió el viejo continente en los últimos meses, en el marco de una crisis económica que sigue profundizándose.

La derecha se beneficia de la abstención

En el marco de esta alta tasa de abstención, es la derecha la que sale beneficiada del reflujo (y en algunos casos el colapso) de las fuerzas socialdemócratas y de centroizquierda. Salvo en Suecia y en Grecia, donde los social demócratas obtuvieron buenos resultados frente a gobiernos de centroderecha, en el resto de los países el centroizquierda resultó duramente castigado. Por su lado, las fuerzas conservadoras que están en el poder se mantuvieron en el primer lugar de los resultados.

En Portugal, el Estado español y Gran Bretaña, países gobernados por variantes socialdemócratas, los conservadores los superaron holgadamente. En Francia e Italia, los partidos de centroderecha se mantuvieron relegando a la centroizquierda en la oposición al segundo puesto, a pesar de las políticas reaccionarias y antiobreras que promueven Sarkozy y Berlusconi.

La cuestión central radica en tratar de analizar cómo fue posible esta victoria electoral de la derecha, a pesar de que en algunos países, como en Francia, se vienen desarrollando importantes luchas sociales. Aunque en algunos países, como Irlanda, Islandia y los países bálticos, hubo una primera respuesta de las masas ante la crisis económica, -que incluso llevó a la caída de gobiernos- esa misma respuesta estaba aun detrás de lo que exigía la situación para que realmente, cómo lo coreó la vanguardia europea en marchas y en huelgas, “la crisis la paguen los capitalistas”. Por un lado, esto explica que el reflujo de los partidos socialdemócratas no se haya expresado en un voto mayor a organizaciones más a la izquierda que el Partido Socialista Europeo (PSE). Por otro, ilustra también por qué con el correr de los meses y la profundización de la crisis en términos de despidos y ataques a las condiciones de vida y de trabajo, se han reforzado en forma preocupante formaciones de extrema derecha que, mediante un discurso populista y xenófobo, pretenden dar una salida nacionalista y proteccionista a la recesión actual.

La crisis del proyecto socialdemócrata europeo

La derecha europea logró mantenerse en las urnas mediante un vuelco ideológico de su discurso que caló hondo en algunos sectores populares acorralados por la crisis y la desocupación. Después de más de dos décadas de elogios al liberalismo económico, los líderes de la derecha cambiaron radicalmente su discurso criticando el “modelo anglosajón del capitalismo salvaje” e inaugurando una nueva fase de intervencionismo estatal que supuestamente defendería “lo nacional” ante la crisis global.

Este discurso proteccionista e intervencionista, que no deja de suscitar roces entre los mismos países de la UE, tuvo cierto impacto entre las clases subalternas. Al mismo tiempo, la socialdemocracia, asimilada a las políticas neoliberales de las últimas dos décadas y que a nivel europeo apoya la Comisión de Bruselas liderada por el derechista Barroso, hizo todo lo contrario. Lo reconoce el mismo Giuliano Amato, ex premier centroizquierdista italiano y ministro del Interior del segundo gobierno de Prodi: “La transformación del siglo XX que llevó de la crisis del Estado de Bienestar a la liberalización de la economía y su apertura al mercado se llevó a cabo con una acertada modernización del centro izquierda (...) Pero luego parece que aquel mismo centroizquierda resultó castigado por evoluciones posteriores que hicieron reemerger necesidades de protección y de seguridad para la economía y la sociedad. Basta con pensar en la crisis económica y financiera y en el trastorno que implicó, luego del elogio del liberalismo y de la abstención del Estado, el pedido de intervención pública (...) Ante estas cuestiones, la derecha no tuvo ningún complejo en abandonar el ‘laissez faire’ y orientarse hacia el intervencionismo estatal (...) el centroizquierda no hizo lo mismo y en relación a las cuestiones sociales siguió atravesado por sus conflictos irresueltos”(Il Sole 24 Ore, 8/6).

Abstención récord

La abstención, tradicionalmente elevada en las elecciones europeas, se reforzó. Votó sólo el 43,3% del padrón. Lo más llamativo es que la abstención aumentó en países que hasta hace poco tiempo eran los más pro-UE. Esto se pudo comprobar en particular en el Estado español, uno de los países con mayor participación en las elecciones europeas y donde sólo fue a las urnas un 45,8%;o en Grecia, donde, a pesar de que el voto es obligatorio, votó sólo el 45% (en 2004 había votado el 63,2%). Esta abstención refleja en particular una creciente crisis de confianza y de consenso entre los europeos con relación a las instituciones de la UE.

Hasta hace poco la burguesía europeísta pretendía hacer pasar la Unión por la solución frente a las guerras y las crisis que tanto desgarraron el viejo continente, en particular en la primera mitad del siglo pasado. Este discurso se fue resquebrajando, como en parte ya lo habían demostrado el rechazo francés y holandés al Tratado Constitucional Europeo en mayo de 2005 y el “No” irlandés al Tratado de Lisboa posteriormente.

El avance de la extrema derecha

La desconfianza (como la abstención) dista mucho, sin embargo, de ser mecánicamente “de izquierda” o al menos “progresista”. Lo atestigua el preocupante resultado de la extrema derecha europea y el hecho de que las fuerzas a izquierda del PSE no lograran capitalizar la bronca social y política que se expresó en las últimas luchas.

La extrema derecha europea cubre un vasto arco político de fuerzas racistas y xenófobas que va desde la Liga Norte italiana o sectores de Alianza Nacional -hoy parte del nuevo partido de Berlusconi, el Pueblo de las Libertades (PdL)- hasta el “extremista” partido húngaro Jobbik. Este último, que sacó casi un 14,8%, poco menos que los socialistas del MSzP del premier Gyurcsany (18,2%), centró su campaña contra la “criminalidad gitana” e invocó la necesidad de luchar por una “Hungría Grande” que desconozca los tratados que despedazaron el viejo imperio Austro-Húngaro luego de la Primera Guerra Mundial.

El impacto de la crisis, la ausencia de una contundente respuesta obrera y popular capaz de empezar a revertir la relación de fuerzas social, en el caso de Europa del Este el impacto de la semicolonización del viejo patio trasero de Europa occidental, y de conjunto el mismo discurso chovinista y proteccionista de la derecha y del centroizquierda, representan factores que alimentan, a su vez, a la extrema derecha.

El caso Grecia, Italia y Gran Bretaña son sumamente paradigmáticos. En Grecia, la extrema derecha del Laos (Reagrupación Popular Ortodoxa) casi duplicó sus votos con relación al 7,1% de las elecciones precedentes. Este resultado se debe a la combinación de fuertes tensiones sociales (que estallaron en la revuelta diciembre de 2008), con un clima de racismo latente que señala a los inmigrantes como los principales responsables de la crisis junto con una crisis de los partidos tradicionales (escándalos de corrupción que implican tanto a responsables del PASOK como del partido del premier Karamanlis, Nueva Democracia).

Estos elementos explican también el muy buen resultado (sobre todo en las elecciones locales que se llevaron a cabo al mismo tiempo) de la Liga Norte de Bossi en Italia, incluso en regiones tradicionalmente “rojas” donde hasta ahora no había podido hacer pie. En Emilia-Romagna, un baluarte obrero e industrial que participó de todas las movilizaciones sindicales de la FIOM en los últimos meses, la Liga de Bossi obtuvo el 11%.

En Gran Bretaña, el Partido Nacional Británico (BNP), abiertamente racista, logró el 6,2% de los votos. La abstención fue importante en regiones obreras como Yorkshire, votantes tradicionales del laborismo, y esto terminó significando un mayor porcentaje para el antieuropeo y xenófobo BNP, que aunque en números absolutos obtuvo menos votos que en la elección anterior a pesar de esto ganó por primera vez dos bancas.

Modestos resultados de la izquierda reformista y de la izquierda radical anticapitalista

Las fuerzas situadas a izquierda del PSE no obtuvieron los resultados que algunas encuestas adelantaban. Los partidos que forman parte de la bancada GUE/NGL (Izquierda Unitaria Europea/Izquierda Verde Nórdica) en el parlamento de Estrasburgo no representan una realidad homogénea. Van desde fuerzas más clásicamente socialdemócratas como Die Linke en Alemania hasta coaliciones de “izquierda radical” como Syriza en Grecia, el NPA de Besancenot en Francia, pasando por lo que queda de los partidos stalinistas europeos o bloques electorales donde participan Izquierda Unida en Estado español o el Frente de Izquierda (Front de Gauche) en Francia.
Algunos apoyan (o apoyaron) coaliciones de gobierno con el centroizquierda y todos oscilan en general entre el reformismo radical o posiciones reformistas que pregonan la “ruptura con el sistema actual”. Su común denominador radicó en un programa centrado en el rechazo a Bruselas y a la Europa actual, a favor de una “Europa social y de los pueblos” más respetuosa de los “derechos ciudadanos”.

En todo caso ninguna de estas organizaciones, incluso las más de izquierda o donde corrientes que se reivindican trotskistas tienen peso, como Syriza y más aun el NPA, defendían un claro programa revolucionario y antiimperialista que pueda representar un norte a la hora de poner en pie el “tous ensemble” como dicen los obreros en Francia, el “todos juntos”, es decir, construir la huelga general activa prolongada que las burocracias sindicales evitaron en los países donde esa perspectiva estuvo planteada en los últimos meses, empezando por Grecia, Francia e Italia. Este aspecto, combinado con el marco más general que esbozamos, explica el modesto resultado de los partidos que pretenden formar una corriente anticapitalista en Europa liderada por el NPA.

Salvo el Bloque de Izquierda portugués que sacó 10,7% (mientras que paralelamente la coalición impulsada por el Partido Comunista Portugués sacó 10%), el NPA de Besancenot en Francia sacó 4,8%, sin obtener ningún diputado (el Frente de Izquierda francés con algo más del 6% obtuvo 4); mientras Syriza en Grecia llegó al 4,7%, (el KKE, el Partido Comunista griego, obtuvo 8,3%).

Muy por debajo de lo que estimaban las encuestas, 9% para el NPA en Francia y el 10% para Syriza en Grecia, la abstención de su electorado tradicional (joven, popular y obrero), el desinterés de esta misma base frente a las elecciones y la desconfianza respecto de las instituciones de la UE -junto con un programa que no logró movilizar en el terreno electoral a la vanguardia que se había manifestado en los meses anteriores- hicieron que los partidos de la llamada izquierda anticapitalista europea no lograran capitalizar la bronca social generada por la crisis y que se había expresado en las marchas y en las huelgas, en particular en Francia y en Grecia, entre finales de 2008 hasta la primavera europea de 2009.

El significado del voto ecologista y verde

Otro elemento importante que marcó las elecciones fue el buen resultado de los verdes en Europa en general, y en Francia en particular. La lista encabezada por Daniel Cohn-Bendit y el líder altermundista José Bové sacó el 16,2%, poco menos que el partido Socialista (16,8%). El éxito de los verdes, que muchos vinculan con una mayor concientización sobre los peligros ecológicos, tiene una explicación material: los sectores de la clase media, pauperizada por la recesión, ven en los discursos de los ecologistas sobre “economía verde” o “crecimiento ecológico sostenible” una alternativa para atenuar los efectos de la crisis o incluso encontrar una solución a la crisis que golpea al viejo continente -proyectos policlasistas, completamente compatibles con el capitalismo, transversales al centroderecha tanto como al centroizquierda-.

A modo de conclusión

Después de esta derrota electoral la socialdemocracia europea, que intenta recuperarse, está centrando su discurso en la cuestión de la reelección de Barroso, el muy liberal Presidente de la Comisión europea. La crisis actual, más allá de la mayoría derechista en el Parlamento o de la reelección o no de Barroso, tensiona enormemente las relaciones internas en la UE, tanto por los problemas que enfrentan las principales capitales europeas como por la recesión particularmente aguda que golpea el Este europeo que conlleva elevados riesgos económicos, sociales y geopolíticos. Aún está por verse si lo que va a primar es una salida más coordinada y federal de la crisis entre los principales países de la UE o, al contario, un repliegue nacional de cada país, manteniendo un nivel mínimo de coordinación económica y política a nivel de la UE. En todo caso ni una salida más federal ni una más nacional o chovinista representaría una alternativa para la clase obrera en Europa y los pueblos de Europa del Este. En ambos casos serían dos salidas reaccionarias que sustentarían la ofensiva burguesa que va a redoblarse en los próximos meses.

Desde este punto de vista, la cuestión de construir entre la vanguardia una dirección marxista revolucionaria es una problemática central. Sacando las lecciones de los principales acontecimientos de la lucha de clases en los últimos meses, en Francia y en Grecia en particular, imponer el frente único a las organizaciones obreras para resistir ante la embestida de las patronales será eficiente sólo si estamos en condiciones de ayudar a la autoorganización consciente de nuestra clase que empezó a radicalizar sus métodos de lucha pero aún debe radicalizar sus perspectivas políticas para candidatearse como la única clase capaz de imponer que la crisis la paguen los capitalistas. En caso contrario se reforzarán las tensiones racistas y xenófobas entre las mismas clases subalternas tanto como las tentaciones bonapartistas y populistas en aquellos países de Europa que se están hundiendo en la crisis.

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